FATIMATA MBAYE. “No comprendieron nada, nació una rebelde”
Fatimata Mbaye nació en el departamento de Kaedi (Mauritania) el 21 de diciembre de 1955; su padre trabajaba en correos y su madre tenía una empresa de tinte de telas y tuvieron y 10 hijos e hijas.
La casaron con 12 años con el primo de su madre de 45, “era un pacto de familia, pues era mi madre quien tenía que haberse casado con él, pero como se fue a estudiar mi madre se casó entretanto, había que hacer el pacto de familia”.
Cuando ella tuvo su primer hijo su madre tenía 31 años, “amamantaba su hijo con el mío”. Sus padres la apoyaron para seguir estudiando, algo que era muy difícil por la oposición de su marido. “Fue muy difícil porque yo era la primera de las niñas de mi generación en casarme y tener un hijo. Me sentí inmediatamente diferente”.
Su vida conyugal se le hacía insoportable, por lo que se proyectaba en sus estudios, siendo una alumna destacada. Sus profesores la ayudaron también a continuar en la escuela. En uno de sus embarazos su marido llevó a otra esposa para la casa, algo que ella ni siquiera llegaba a entender.A los 20 años tuvo a su tercer hijo y se fue de casa. Su marido se quedó con sus hijos sin los que pasó la mayor parte de su juventud, viéndoles sólo durante las vacaciones. La gente le juzgaba por no estar con sus hijos, se decía “mientras estén vivos, sé que un día vendrán a mí”.
“Desde muy joven detesto la injusticia. La condeno incluso con mi familia y amigos. Mi padre me llamaba madame la procuradora”. Pronto decidió que quería estudiar derecho y tener su propio despacho de abogada, profesión en la que ninguna mujer ejercía en ese tiempo y que, incluso ahora, cuenta con muy pocas mujeres. La gente reprochaba esto a sus padres, “dejáis estudiar derecho a vuestra hija, mañana podría decir también que quiere ser un imam”.
Durante sus estudios empezó a militar en asociaciones y a realizar trabajos sociales. “La gente no entendía que me dejaran hacer todo eso, pero mi madre era muy moderna. Aunque no había estudiado, militada en los partidos de la época y siempre trabajó, tenía su independencia”. Su familia no era muy convencional, “mis padres trataban de educarnos en democracia. Las tareas se repartían entre hombres y mujeres y todos tenían derecho a hablar”.
Sus hermanos/as militaban también en asociaciones, especialmente su hermano mayor. “La gente no entendía en esta época nuestra libertad de espíritu, pues mi familia era acomodada y la gente no entendía por qué luchábamos si no nos faltaba nada. No entendían que éramos una generación de jóvenes con aspiraciones, que queríamos una Mauritania igualitaria”.
En el 79 hubo una gran huelga de estudiantes y Fatimata era miembra de la junta directiva nacional del sindicato de estudiantes. Se realizó un congreso para renovar la dirección pero no se llegó a un acuerdo y comenzaron a acusar a los estudiantes negros de no querer solucionar el problema. “La juventud estaba muy politizada. Estaban los islamistas, los negroafricanos, movimientos políticos…. Éramos una juventud muy instruida, leíamos todo, Mauritania era una mezcla de todo”.
En 1986 un grupo de intelectuales y profesionales escribió el “Manifiesto del negroafricano oprimido” que denunciaba la situación de esta población en el país y pedía la igualdad y cohabitación entre la población mauritana y lo enviaron a la Unión Africana. Los jefes de estado africanos pidieron explicaciones al presidente de Mauritania lo que desató la detención de los autores del manifiesto.
Fatimata se involucró en la petición de liberación de los detenidos y fue detenida junto a una hermana. “Nos torturaron. Fue difícil”. Las condenaron a 6 meses de prisión justo tras presentar en el colegio de abogados su solicitud para ejercer. “En la prisión…, son experiencias que forman a las personas. Todas esas mujeres…que no fueron a la escuela, que tienen niños en la prisión, … Yo ayude a mujeres a parir allí. Había una monja que ayudaba y me enseñó a como apoyar en el parto. Hice también la mediación en la prisión. Eso me alentó para ser abogada”.
Fue la primera mujer mauritana abogada en el país y una de las pocas que ejerce hoy en día. En el 87 cuando fue a confirmar su expediente en el colegio de abogados, le dijeron “veo que quieres mucho esta profesión pues todas las demás mujeres que han presentado el dossier lo han retirado antes de ser abogadas”. Ella también sufrió presiones durante su pasantía, pero no abandonó.
“Todo esto coincidió con los sucesos de 89, con la expulsión de negromauritanos. Mi jefe durante la pasantía se fue. Yo soy pular. Fue un periodo muy difícil. Había mujeres pulares que se vestían con el velo para pasar desapercibidas. Yo me negué y me vestía con la ropa de mi etnia. Yo me visto como quiero.”
Esta época fue de especial tensión en el país para la población negromauritana, ya que se produjeron masacres y expulsiones masivas.
En el 90 fue nuevamente detenida coincidiendo con la detención de militares y cuadros negromauritanos. Tras pasar 48 horas en prisión la dejaron salir bajo régimen de estancia vigilada. Finalmente, un abogado medió y se detuvo la retención. “Durante los arrestos de los 90 había unas 3500 personas detenidas y un grupo de abogados, entre ellos el jefe del despacho en el que hacía la pasantía, solicitaron en grupo que esas personas fueran juzgadas. No se hizo nada, algunas de esas personas murieron, 504 militares, sin contar con los civiles que murieron en los pueblos”.
El 28 de noviembre de ese mismo año 28 militares, marinos y policías negros fueron torturados y colgados en Inal, cerca de Nuadibú. “No podrá nunca ser una fiesta nacional. Colgaron a 28 personas para celebrar la fiesta. Las familias no olvidarán eso jamás”. A día de hoy no se sabe dónde fueron enterrados esas personas.
Al terminar su pasantía empezó a ejercer como abogada sufriendo muchas discriminaciones “yo era la única mujer entre hombres, y no querían ni verme. Cuando entraba en el despacho del presidente o del magistrado él se giraba y me decía “habla”. Yo le contestaba “no, tiene que mirarme a la cara mientras hablo, sino me voy”. Otras veces cuando yo entraba en el despacho ellos salían. Pensaban que yo era una resistente, una negroafricana que quería igualarme a los otros. No entendieron nada, nació una rebelde”.
En el 98 fue nuevamente a prisión junto con otros militantes que denunciaban la esclavitud. “En ese tiempo era muy difícil, pues la policía llegaba a dispersar cualquier reunión o actividad de las asociaciones. Nuestra asociación no estaba legalmente reconocida. No la reconocieron hasta 2005 tras mucho esfuerzo”.
Fatimata tiene su gabinete en el que ejerce como abogada. Entre el 96 y el 2002 ha sido la representante de Intermon Oxfam en Mauritania. También realiza frecuentemente consultorías internacionales y seguimientos de casos de violaciones de derechos y observación en otros países. Es la abogada más reconocida en la defensa de menores en conflicto con la ley. Es de los pocos abogados en el país que se atreve a seguir ciertos casos políticamente sensibles, como la defensa de los militantes antiesclavistas detenidos el 11 de noviembre de 2014, entre ellos Biram Dah Abeid, o a Mohamed Cheikh ould Mohamed Ould Mkheitir , joven en prisión desde 2014 condenado a pena de muerte por apostasía.
Se considera feminista, y me cuenta como se fue dando cuenta de las discriminaciones que sufrimos las mujeres y los referentes en su vida. “Recuerdo a Aissata Kane en el 75, era la primera ministra en el gobierno. Ella propuso un decreto para prohibir la poligamia y su marido partió a buscar otra mujer para decir: no puedes hacer nada, eres ministra, pero no puedes hacer nada.(…). Tomamos la inspiración de todas esas mujeres que se batieron. Queríamos ser como ellas, cambiar la mentalidad social y la mentalidad de los hombres”.
En el tiempo de Moktar Ould Daddah existía el movimiento nacional de mujeres, que era una sección del partido único. Aissata Kane era la presidenta, estaba también Marien Daddah y su madre formaba parte de este movimiento. “La llegada de los militares al poder rompió un poco a los mauritanos. En ese tiempo al menos en Nouakchott las mujeres aspiraban a la libertad, la educación, a ser autónomas. Cuando los militares llegaron esto fue abandonado”
Cree que el nivel de debate y de ideales se ha debilitado. “Yo me acuerdo cuando yo era pequeña que mi madre me decía que nunca podría hacerme respetar por mi marido si no tenía autonomía financiera. Y hoy en día muchas mujeres quieren casarse para no trabajar”.
Habla con tristeza de los casos de violencias hacia mujeres y niñas que ha tratado durante su vida, en ejercidas en ocasiones por las propias mujeres, y cómo las denuncias son casi siempre retiradas. Para ella sin la solidaridad entre las mujeres no es posible cambiar la realidad, que es necesario romper con su complicidad ante las violencias y deben asumir la responsabilidad de mejorar la posición y situación de las mujeres cuando están en una posición de poder. “Aquí hay muchas violencias ejercidas por las mujeres. Yo he visto como hombres han denunciado a sus mujeres por la mutilación genital a sus hijas contra su decisión”.
Tiene muchos ejemplos en su trayectoria de cómo, al margen de la ley, prima el grupo social del que formas parte. “En África se aprueban leyes sin convencimiento, que no se aplican porque prima la comunidad. Estamos en una comunidad internacional con leyes que firmamos para no ser dejados de lado. Cumplimos en la forma, pero en la práctica es otra cosa”.
Sobre la falta de agenda común del movimiento de mujeres y su débil coordinación para promover sus derechos, opina que es en parte por la confusión que existe entre las organizaciones y las personas que las dirigen. “La AMDH no es mi organización; fue creada por diferentes personas de diferentes ámbitos, me eligieron presidenta pero pueden sacarme cuando quieran. Yo no estoy aquí por mí, estoy por los otros. Yo ya tengo mi gabinete con mis clientes. La asociación no es mi gana pan, mi gana pan es mi gabinete. Hay problemas personales entre las personas que dirigen las organizaciones, es inaceptable, si tenemos el mismo objetivo deberíamos trabajar juntas”.
Por otro lado, está la dificultad para definir objetivos generales “el problema en Mauritania es que no pensamos como mauritanianos. Pensamos como pular, sonike, hassania… el comunitarismo le arregla al poder”. Además, dentro del movimiento de mujeres y la sociedad civil en general prima la vinculación política, no existe la idea de interés general, “eso no deja avanzar en la reflexión sobre la emancipación de las mujeres”.
Gracias a sus resistencias, ha contribuido a algunos cambios. “Ninguna de mis hermanas se casó a mi edad, es algo ya ganado”. También, tras ella otras mujeres estudiaron derecho. “Yo rompí la puerta. Hoy habrá unas 15, aunque ellas no van nunca al tribunal, pero son abogadas”. Se ha progresado también en que las mujeres hablen ante la justicia, en que denuncien, en que continúen sus estudios… Aunque quedan todavía muchos retos”.
Fatimata resiste a la injusticia, denunciándola y defendiendo a las personas en situación más vulnerable.