El matrimonio como estrategia de libertad
En Mauritania el primer matrimonio lo decide habitualmente la familia. En ocasiones consentido por los novios, otros forzado e incluso precoz (cuando ella es menor de edad).
Hablaba de este tema con unas amigas moras (beidán) el otro día y me explicaban cómo en ocasiones las mujeres aceptaban el matrimonio como vía para alcanzar más libertad: para poder viajar, salir cuando quieran, tener relaciones sexuales…. “A veces es mejor casarte para que te dejen en paz”, decía una, casada 4 veces. Está claro que el matrimonio en una familia modesta no será lo mismo por la carga de trabajo que implica y, obviamente, no hablábamos del matrimonio precoz. El divorcio y casarse en múltiples ocasiones son muy frecuentes en esta etnia, aunque con consecuencias muy diferentes dependiendo de la tribu y el nivel económico de la familia.
Se dan también casos de mujeres que pueden decidir a sus parejas y toman la decisión de casarse jóvenes, sin medios económicos ni una profesión, para poder disfrutar de más libertad y salir del yugo que supone el tener que llegar virgen al matrimonio y los controles que ello conlleva. Porque, aunque no sea sólo la razón real, aparece como justificación de las restricciones a las mujeres.
De repente apareció en mi mente mi madre.
Mi madre decidió casarse a los 20 años; estaba en segundo año de universidad en otra ciudad. Mi padre tenía 24 años; de familia obrera trabajaba desde niño y tenía dinero para mantenerles.
La familia de mi madre era profundamente machista, al margen de que la mayor parte del tiempo la autoridad la ejercía mi bisabuela, puesto que mi abuelo viajaba.
Mi madre tuvo que soportar durante años un trato y unas normas muy diferentes a las de su hermano que, además, ejercía también el rol de control sobre ella. Mi tío podía salir con bastante libertad, tener relaciones con chicas, conducir, … mientras a mi madre le controlaban hasta la ropa que se ponía, recodándole diariamente quién tenía más valor en la casa.
¿Conscientemente? Seguro que no. Era así, y basta. Ser hombre tenía un valor añadido y unos privilegios inherentes.
Así que mi madre decide casarse al margen de tener la posibilidad de seguir estudiando. Simplemente considera que tendrá más libertad teniendo su propia familia porque está cansada de que le pongan normas absurdas y le traten como una menor.
Claro que el matrimonio trae otras restricciones y limitaciones, como el trabajo doméstico y de cuidados y, finalmente, otra persona que puede suponer nuevamente una barrera. Pero la realidad es que en la sociedad mauritana de hoy y en la española de mi madre casarse es para algunas una estrategia para ganar en libertad, que seguro no termina cumpliendo las expectativas, pero que se toma como la mejor de las alternativas.
¿Hay más opciones? Siempre hay más opciones, pero el problema son las consecuencias.
Las consecuencias ante la resistencia al mandato pueden ser muy diversas según la situación y posición de las mujeres. Además, son percibidas en muchas ocasiones como más dañinas que seguirlo, y muchas veces lo son.
Casarse como resistencia o por omisión de resistencia. El problema no es ese, sino la falta de libertad