Isabel Fiadeiro, un camaleón observando en la inmensidad

 In Resistencias
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La artista Isabel Fiadeiro es la propietaria de uno de los locales más frecuentados de Nouakchott, Zeinart, una galería que sirve de lugar de encuentro entre mauritanos/as y personas de todas partes del mundo.

Con su infinita energía, acompaña a artesanos y artistas en la realización de sus obras, apoyándoles en la mejora de su trabajo y su comercialización.

Su mirada, atenta y curiosa, refleja mil historias de viajes y encuentros. Isabel devora la realidad que le rodea y se mimetiza suavemente con el paisaje y sociedad Mauritana.

“Mi madre dice que soy un poco camaleón. Que cuando estoy en un sitio me integro muy bien, que casi me integro en el paisaje”.

De madre española y padre portugués, nació en Londres en 1963 y con 3 meses su familia se desplazó a Portugal, donde creció entre Lisboa y el Algarve.

“Fuimos a vivir al sur cuando yo tenía 8 años, al Algarve. Mi madre, mi padre, mi hermano pequeño y yo. Los primeros años vivimos en un pueblo que se llamaba Lagoa, cerca de la playa de Carvoeiro y más tarde nos instalamos definitivamente en Praia da Rocha. Mi padre trabajaba en turismo, por lo que era mejor vivir ahí, puesto que hasta los 8 años tuve que viajar todo el tiempo”.

Se presenta siempre como portuguesa, pues es Portugal el país en el que creció. El momento histórico que vivió y el rol de su familia en el mismo fueron esenciales en la conformación de su identidad.

“Crecí en un Portugal muy especial. Tenía 11 años cuando fue la revolución. Crecí sin tener conciencia de que había una dictadura y cuando terminó encontré a la familia que no conocía, a mi abuela. Vivir esta libertad después de la revolución; una libertad con mucho caos, pero libertad, fue muy importante”.

Sus abuelos paternos estaban muy implicados en la oposición a la dictadura militar.
“Mi abuela estaba muy implicada, muy muy implicada. Ella y su marido. Se exiliaron primero en París y luego en Argelia. Ella trabajaba para la radio “la Voz de la Libertad” y más tarde para el ministerio de cultura de Argelia”.

Su tía también vivió exiliada en Brasil y su padre escogió vivir fuera de la política, principalmente por las consecuencias familiares que provocó la militancia en su entorno.
“Para las familias estas elecciones… Eran marxista-leninistas y no había emociones. Todo era la revolución. Las familias están fragmentadas”.

Todos volvieron tras la revolución y esto acercó a Isabel a algunas personalidades centrales en la vida política del momento “Mi abuela me llevaba a las manifestaciones. Conocí a Mário Soares y otros políticos que venían a comer a casa”.

La madre de Isabel es una mujer vivaz, fuerte, que tuvo que trabajar desde muy joven. Cuando Isabel tenía 16 años abrió una tienda en el pueblo de tallas grandes, algo muy innovador en ese tiempo.“Fue la primera vez que tuvo un empleo tras casarse, una independencia económica que le vino muy bien. Recuerdo eso como un cambio positivo”. Además de su madre, “tengo dos ejemplos en la familia de feministas, mi abuela y mi tía. Mi tía trabajó mucho en Portugal por la igualdad de género”.

Dejó Portugal cuando tenía 20 años, “iba para 6 meses y me quedé 6 años. Fui a Londres la primera vez para aprender inglés y entré en el circuito de ganar dinero y viajar. Pasaba muchos meses viajando; cuando no tenía dinero, volvía a Londres y trabajaba”.

Tras esta primera estancia en Inglaterra regresa al Algarve, donde la pintura empieza a abrirse camino en su vida.

“Yo siempre pinté desde pequeña, pero nunca quise llevarlo en serio. Y allí empecé a pintar, a pintar, a pintar. Tenía una cafetería con mi hermano y empecé a sustituir los póster por mi pintura; la gente empezó a comprarlos para mi sorpresa. Y un día decidí que quería volver a estudiar. Era el 95, debía tener treinta y pico cuando me fui”.

Estudió un año y medio en Cornwall y después decidió continuar en Londres. “Me aceptaron en 2 escuelas, una en escocia con un trabajo muy figurativo, muy parecido a lo que estaba haciendo yo, y en Londres en una escuela muy conceptual. Preferí ir ahí. Esa escuela no me enseñó a pintar, sino a pensar, a criticar y analizar. Fue muy interesante”.

Termina de estudiar en el 2000, aunque en los últimos años deja de pintar. “Mi trabajo final fue ya foto. El trabajo conceptual estaba a tope en Londres. Yo trabajo todavía figurativo y entro mucho en el discurso teórico; no veo el punto de crear. Todo está creado, ya no hay nada que hacer”.

En el 2003, cansada del estrés de la vida londinense decide regresar al Algarve y retomar la pintura. Como en invierno no hay mucha gente en el lugar, y con la idea de facilitar su retorno al país, decide hacer un viaje.

“El viaje era a Guinea Bissau, pero se nos estropeó el coche en el Banc d’Arguin y tuve la posibilidad de visitar el desierto con gente que conocía muy bien el país. Me quedé enamorada de Mauritania, la gente; solo tenía ganas de quedarme más y más. Allí empiezo a dibujar de observación en un cuaderno por primera vez”.

El país la iba atrapando, retrasando su instalación en Portugal. En Nouakchott la propietaria de un albergue se interesa por sus dibujos y le ofrece manutención a cambio de sus cuadros lo cual “fue una buena razón para volver a Portugal, coger mis cosas e instalarme aquí”.

En septiembre 2004 se instaló en el país donde desarrolla su carrera artística, exponiendo por primera vez en 2005.

“Durante años viajé mucho al interior del país; cada año pasaba un mes en una aldea con los habitantes del pueblo dibujando el día a día. Al principio hablaba muy poco francés y nada de hassania, pero poco a poco fui aprendiendo. Fue siempre muy fácil. Cuando voy a una aldea para dibujar y me quedo en una familia, me siento parte muy rápido”.

Vivía con dificultades de las 2 exposiciones que organizaba al año, hasta que en 2008 comenzó a trabajar en la galería Sina.“Era una buena oportunidad para conciliar mi pintura con un trabajo y poder tener dinero a fin de mes”. Trabajó allí durante unos 3 años, tras lo que decidió abrir su propia galería en 2012, el Zeinart.

En la galería Sina trabajaba ya con artistas locales, pero en su actual proyecto “mi idea es llevar a sus límites a la gente que trabaja bien, llegar más lejos. Trabajo con gente que tiene la voluntad y que quiere ir en ese camino de búsqueda, de un ideal. Artistas”

Así, todas las piezas que se encuentran en Zeinart tienen un buen acabado gracias a su acompañamiento.“Yo les aporto la crítica positiva. Veo gente que tienen capacidades, que tienen una base, y les pido que terminen mejor su trabajo. Pronto se dan cuenta que la innovación, que pasar más tiempo con un objeto y hacerlo mejor, es productivo, bueno para ellos. Yo gano ver que la gente mejora su trabajo y que aunque yo no esté aquí van a poder trabajar siempre. Que no dependen de mí, espero”.

Isabel quedó desde su llegada atrapada por esa inmensidad que caracteriza el país y la energía de la gente.

“Desde el primer día me sentí muy bien en Mauritania. El desierto, los espacios. Este sentimiento de ser un granito de arena en el mundo. La gente que encuentro en mis viajes, la gente con la que viví, gente que no tienen muchos medios pero que tiene una apertura, una simplicidad que te da mucho. Yo espero haberles dado también”.
Para ella, es la serenidad lo que caracteriza más el país.

“Aquí aprendí que no podemos controlar muchas cosas, que hay que contentarse con lo que llega, con lo que hay. La mayoría de la gente que encuentro tiene una vida muy dura pero no tiene angustia. Pueden estar con rabia, pero no angustia”
La inmensidad Mauritana ha hecho un paréntesis en su vida nómada y le ha dado un espacio privilegiado para la reflexión y el desarrollo personal.

“Creo que cuando alguien está viajando está buscando y también escapando de algo. A lo mejor yo estaba buscando la sociedad ideal hasta que comprendí que el ideal está en ti. Lo que más me ha marcado es comprender el pasado que no era mío; que llevas contigo maletas desde niña que no son tuyas. Eso es un paso.”

El país cambia ante sus ojos y su cuaderno, con el que siempre se pasea, va reflejando la realidad del país. “A través de mi trabajo tengo contacto con una generación de 20-30 años muy activa, que me hacen pensar que puede haber cambios, que hay una esperanza de que ciertas cosas cambien. Aunque también se nota el aumento del integrismo, como por todas partes. Aún no violentamente, pero se nota”.

Comprometida, directa y dura en sus opiniones, es un motor de cambio en su entorno. “Si puedo hablarle a alguien y mostrarle otros caminos, lo hago. Creo que eso es lo importante en la vida, que hay muchos caminos”.

La fuerza de Isabel Fiadeiro hace que muchas personas vayan creciendo a su alrededor.
Es el granito del desierto que hace mover a la duna.

http://mauritania-isabel.blogspot.com/


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