Isabel Ochoa, historia de una Honduras solidaria
Isabel Ochoa nació en Corquín, Copán, el 14 de noviembre de 1947.
“En mi célula dice el 20, pero seguro que mi papá se había echado sus tragos cuando fue a “denunciarme”, porque así se decía en Corquín. Nacimos en una casita de bareque. Pobres pero, vaya, mi padre trabajaba mucho y teníamos lo básico. Mi madre, como todas las mujeres de esa época, trabajaba cuidando a sus hijos haciendo todo lo del hogar. Y mi padre trabajando en la tierra. Vivíamos del maíz, el frijol, el plátano; eso era lo básico en esa época. Más las verduras que sembraba por medio de la milpa o el platanar. De eso subsistíamos. En esa época las mujeres no trabajaban en la tierra ni eran dueñas de nada, el que era dueño del pedacito de tierra, del maíz cuando lo sacaban, de lo que ganaban vendiendo, era mi padre y el que decidía lo que se vendía. La mujer en esa época no poseía ningún bien”.
Isabel fue la segunda de 9 hermanos y hermanas que nacieron de año en año.
“A los 7 años ya viajaba a la montaña en tiempo de verano y me llevaban para cocinar, hacer tortillas, hacer frijoles. Luego también la crianza de los hermanos; yo me recuerdo muy pequeña chineando a los niños que nacían después, ayudando a mi madre. Realmente una era madre también de los hijos que iban naciendo. A los hijos mayores, como es mi caso, nos tocaba cuidar a toda una familia”.
A fines de los 60 el cristianismo está cambiando en América Latina. Surge en el continente la Teología de la Liberación entre el nacimiento de las Comunidades Eclesiásticas de Base, el Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín (1968). Frente a otras corrientes de la iglesia, la Teología de la Liberación pone a los y las pobres en el centro y trabaja por la transformación social. Para esta corriente es fundamental eliminar la explotación, la falta de oportunidades y las injusticias, para lo cual es necesario tomar conciencia sobre la realidad socioeconómica latinoamericana. Es en este momento en que el sacerdote Fausto Milla[1] llega a Corquín iniciando un nuevo camino en la vida de Isabel.
“Comencé a involucrarme en temas sociales a través de la iglesia católica. ¿Qué no hice yo dentro de ese movimiento? Era promotora social, daba catecismo, me involucré en escuelas radiofónicas, alfabetización… con el movimiento social cristiano”.
A los 20 años, dentro del mismo movimiento, comienza a trabajar con Cáritas llevando grupos de amas de casa de mujeres en varios municipios, en los que se les orientaba sobre participación social y derechos humanos.
“Llegué a llevar unos 30 grupos de mujeres; hacíamos de todo con ellas. Mejorábamos pisos de tierra, envasábamos alimentos en los sectores de mayor producción, alfabetización, y logramos organizar un grupo de promotoras. Éramos un movimiento muy fuerte organizado a nivel nacional a través de la Federación de Mujeres Campesinas (FEMUC).”
Llegaron los 80, la “década perdida”, como la llaman en Honduras. El presidente de Honduras era Suazo Córdoba y su gobierno era guiado por la “Doctrina de Seguridad Nacional” en la que los y las “subversivos” eran perseguidos y desaparecidos.
“Había matanza de gente. Hablar de derechos humanos era ser comunista, y los comunistas eran los malos, los que impulsábamos la maldad en los pueblos”.
En esta época deja de trabajar con Cáritas.
“Me impliqué bastante en la recuperación de tierras con los grupos de campesinos, tratando la tenencia de tierras de las mujeres. Me llamó un monseñor de Santa Rosa y me dijo que yo ya no podía trabajar con Cáritas porque me había involucrado mucho en la lucha de los campesinos y a la iglesia Católica no le convenía. Eso a pesar de que fue la iglesia Católica la que impulsó esos cambios en la conciencia de la gente, una conciencia mágica de las religiones. Y fue ahí que yo salí de Cáritas y continué en el Movimiento Social Cristiano (inicio del Partido Demócrata Cristiano) a nivel nacional, en el movimiento campesino. Fue muy duro porque fueron los años de la desaparición de compañeros: el padre Guadalupe, Roque Andrade… Éramos un grupo de promotoras seleccionadas a nivel nacional que trabajábamos sobre derechos humanos, sobre las tierras, derechos de las mujeres, lucha de clases. Fueron años de mucha persecución. Yo fui perseguida durante ese tiempo. Luego viene la guerrilla salvadoreña, los movimientos a nivel de centroamericano (Nicaragua, Guatemala y El Salvador). Viajé mucho por Centroamérica con Movimiento Social Cristiano pero apoyado por organizaciones internacionales. Después llega la guerra en El salvador y los desplazados[2]“
La guerra civil de El Salvador fue entre el 15 de octubre de 1979 y el 16 de enero de 1992. La revolución sandinista en Nicaragua del 19 de julio de 1979 al 25 de febrero de 1990. La Guerra Civil en Guatemala, escenario de un genocidio de los pueblos indígenas, fue del 13 de noviembre de 1960 al 29 de diciembre de 1996. Entre guerras, Honduras era la base de la llamada “contra” (contrarrevolución) orquestada por los Estados Unidos, que eran grupos de insurgentes que intentaron acabar con el gobierno revolucionario en Nicaragua e impedir que el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) ganase la guerra en el Salvador. Todo ello aniquilando cualquier movimiento que considerasen peligroso en Honduras.
En medio de esta época convulsa en la que Centroamérica es un cruento escenario de la Guerra Fría, Isabel es madre. En 1979 tuvo a su hijo, en el 85 su hija, ambos del mismo padre. Decide criarlos con el apoyo de su hermana salvando los prejuicios y tratando de mejorar su situación económica.
“Yo quería criar a mis hijos sola. Eso fue mucha lucha. Trabajando, estudiando, porque saqué enfermería teniendo a Oscar Mauricio y teniendo a los 2 saqué promoción social. Y esto trabajando. No fue fácil ni para mis hijos ni para mí. Trabajé en salud pública en el hospital sólo un año y después me contrataron como responsable de salud para los refugiados de Mesa Grande, que eran como unas 15.000 personas. También trabajaba para los refugiados guatemaltecos, en El Tesoro, El Paraíso Copán, que eran como unos 5000. Pero en esa época era ya muy dura la persecución de las personas que trabajábamos por la defensa de los derechos humanos, tanto por la defensa de los refugiados como de las otras personas, aunque trabajásemos para organismos internacionales. En ese momento yo estaba ya con el ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) pero, aun siendo un organismo internacional, a varias personas que trabajaban con refugiados los desaparecieron”.
Isabel trabajó de 1984 a 1990 con el ACNUR dando promoción y asistencia sanitaria a los y las refugiadas en Honduras, junto a mujeres y hombres de diferentes países.
“Fue una experiencia bonita que me marcó la vida, y mis hijos de alguna u otra manera pues los llevaba al campamento. Yo quería que ellos miraran lo que yo hacía. Los refugiados eran campesinos pero muy bien capacitados. Se tuvieron que desplazar de sus países por la persecución. No todos estaban vinculados a la guerrilla, de hecho yo conocí gente que salió porque arrasaron con su aldea. Y yo tuve que escuchar todos esos relatos de la gente, que todavía me duele internamente cuando me acuerdo. Por ejemplo la masacre del Sumpul, que acorralaron a la gente de una aldea y del lado del Salvador ametrallándolos. Y la gente para escapar de eso venía a Honduras, pero al otro lado del río Sumpul estaban los militares hondureños y mataron a cantidad de gente en el río. Aldeas completas arrasadas en los encuentros de la guerrilla con los militares salvadoreños, pero también con los militares de Honduras. Había un acuerdo entre los dos estados, por ejemplo en Sumpul, para acorralar a la gente”.
Isabel temía por su vida, más aún tras tener a sus hijos.
“Antes yo me exponía a todo, pero ya teniendo a mis hijos no era fácil mantener un trabajo y la lucha por pura convicción. La persecución de defensores tenía vinculación con la contra. Honduras fue como una plataforma de los EEUU, porque los EEUU apoyaba a la contra, e igual El Salvador. Tenemos un hecho bien claro, el monseñor Romero, que como otros expusieron su vida y fueron asesinados. Igual en Honduras, igual en Nicaragua, en Guatemala… Gobiernos fascistas militares unidos a nivel de Centroamérica, apoyados por fuerzas externas, deteniendo todo lo que fuera cambio. Porque realmente los que trabajábamos y luchábamos era por mejorar la vida para la gente más pobre, la gente más vulnerable. El campesino, el obrero, la mujer, la niñez… Y eso trajo consecuencias duras, pero aquí estamos. Cuando yo veo el caso de mis compañeras de lucha, por ejemplo Margarita Murillo, que se salvó de esos años y se fue a El Salvador, después regresó a hacer su familia pero siempre involucrada en cuestiones de cambio, y la mataron en 2014”.
Isabel sufrió la muerte de compañeros y compañeras de lucha durante estos años. Ella misma fue perseguida y amenazada durante largo tiempo.
“A mí me tocaba hacer los reportes de los refugiados, esa creo que fue la peor etapa. Y cuando yo fui a dejar un reporte escuché a un tipo que se encargaban de desaparecer gente en Santa Rosa que le dice al superior que soy guerrillera. No era cierto, yo no era guerrillera. Mi pensamiento era de cambio pero yo no andaba con armas, para nada. Y entonces le dijo que ya sabía que hacer conmigo”.
Tuvo más sustos de este tipo pero, gracias a la suerte unas veces y a la ayuda de la gente otras, se libró. Muchos compañeros y compañeras de esos tiempos no lo han contado.
“Esto marca, pero cuando una se mete por convicción no puede salir”.
En 1995 la contratan para trabajar en el recién creado Comisionado Nacional de Derechos Humanos (CONADEH), que es la Institución Nacional de Derechos Humanos de Honduras. Las Instituciones Nacionales de Derechos Humanos son organismos de promoción y protección de los Derechos Humanos que promueve las Naciones Unidas en esa década y, siguiendo los Principios de París, se instalan en casi todos los países. El CONADEH fue creada en 1992 por Decreto del Congreso Nacional, mediante la reforma del artículo 59 de la Constitución de la República de 1982 “para garantizar los derechos y libertades reconocidos en esta Constitución”, y también de los Tratados, Pactos, Convenciones y sus Protocolos Facultativos ratificados por el Estado hondureño.
“Me contratan para trabajar como delegada departamental de Lempira. Yo ahí me sentí muy bien en el CONADEH con el Doctor Leo Valladares, porque hacíamos efectivo el mandato del comisionado de controlar a las autoridades. Recepcionábamos las quejas de la población y teníamos potestad para ir a hablar con las instituciones que infringían los Derechos Humanos. En mi oficina teníamos 2 abogados; ellos llevaban la parte legal y yo la parte de dirección y administración. A nivel nacional fue una institución que nació con mucha fuerza y fue decayendo en estos años; ahora es el Gobierno de Honduras el que la manipula. Antes había independencia a pesar de que era una figura constitucional. Yo trabajé 15 años con el CONADEH en Gracias, Lempira, pero ahí tuve grandes problemas porque a nivel de la región de occidente era la única mujer a nivel de coordinadora”.
“Yo dedicaba todo el tiempo a mi trabajo, de 7 de la mañana hasta a veces salir a las 10 de la noche. No fue fácil con el acoso de los hombres, de todo tipo: sexual, laboral…. Yo sacaba un mejor trabajo pero lo trataban de invisibilizar. Quisieron sacarme varias veces, pero las mujeres somos inteligentes”.
“Las únicas personas que protestamos fuimos mi investigadora y yo. Llamamos a Custodio por teléfono y le dijimos que considerábamos que CONADEH no estaba cumpliendo con su mandato, que su rol no era inclinar la balanza. Nos respondió que nosotras no entendíamos de política. De ahí que renunció mi compañera y yo esperé un poco para salir jubilada”.
“Ya trabajando con ACNUR podía ahorrar un poco; fui ahorrando y envalentonada le dije a mi papá que quería que me diese una manzana para plantar. Mi papá tenía finca (pero sin tecnificar ni nada), se empezó a reír y me dice: “¿vos vas a hacer finca?, nooo; si ni mis hijos varones lo han hecho”. Yo le reté y le dije que me diera una manzana y si al año no la tenía cultivada se la devolvía. A los 2 años era la mejor finca de esa zona de Corquín y mi padre me dijo “me has convencido” y empezó a tecnificar su finca. Luego le dije “mire papá, le compro otra manzana de finca para tener unas 2 manzanitas “vaya pues”, y me vendió otra. Y así nace la finca y de ahí hice yo la casa de la esquina cuando el café estaba a buen precio”.
“No fue una lucha fácil pero demostré y sigo demostrando que como mujer puedo hacer lo que me propongo. Yo creo que si estuviera al lado de un hombre no hubiese podido. Luché por mis 2 hijos; si no pude darles lo mejor es porque no estaba en mis manos. Hice enfermería porque yo quería tener algo más para sacar a mis hijos. Entré a sacar promoción social, que me gradué en noviembre y Karla nace en enero. Todo mi impulso para salir adelante fueron mis hijos. Porque si no hubiese sido por ellos me hubiera metido en la guerrilla de El Salvador o así y allí hubiera terminado. Porque una cosa es una lucha de promocionar el desarrollo y otro agarrar las armas”.
“Todavía siento adentro no haber tenido todos los días a mis hijos cuidándolos, darles de comer, ir con ellos al parque, aquí, allá, no podía hacerlo. Me iba el día lunes y regresaba el viernes, metida en la universidad vienes y sábado. Por eso me salí de la universidad. Ni con Óscar Mauricio ni con Karla pude estar todo el tiempo con ellos. Eso fue lo más duro para mí”.
“A mis años no he visto cosas tan horribles como ahora; ni en los 80. La violencia y la violencia desde el Estado, un narco estado exprimiendo al pueblo al máximo. La canasta básica por las nubes, la energía eléctrica, el agua….todo. Con razón la gente agarra camino y se va a Estados Unidos en caravanas. Yo nunca en mi vida había visto esto. Había gente que se iba buscando mejores condiciones de vida, pero una marcha masiva como esta nunca lo había visto. El problema político es el principal. De ello deriva todo, la violencia institucionalizada. En Honduras tenemos un estado fallido y esto influye en la desesperanza de la gente”.
“Si yo me pongo a pensar en mis años de infancia, juventud y vejez, yo creo que hemos caminado, que hemos puesto un granito de arena. Somos de un planeta, si ponemos un granito de arena repercute en el mundo. Si una no deja de luchar por lo que uno cree, las generaciones que siguen son las beneficiadas”.