Guadalupe Martínez: fuerza de ancestras, amor y continua (r)evolución

 In Resistencias
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Guadalupe Martínez Pérez, Lupita, cuenta su vida a través de sabores, texturas, colores y sonidos. Y yo, atenta, entro en las escenas que me proyecta. Algunas que saben a dulce, otras a amargo. Todas saben a fuerza.

Nació el 1 de agosto de 1971 en la tierra de su madre, Tepeji del Río, en el estado mexicano de Hidalgo. Es la mayor de 6 hermanos, tres mujeres y tres hombres.

Cuando era niña mi mamá se enfermaba mucho, así que una parte yo la pasaba con mi abuelita. Me gustaba andar con ella y a ella andar conmigo. Yo era muy platicadora y preguntona y mi abuelita siempre me contaba muchas historias del pueblo, de cómo se vivía antes, de como se hacía la comida. Molía el metate para hacer una sopa, molía el jitomate…a ella le gustaba mucho la cocina y me enseñaba a cocinar. “mira, eso no se hace así”, “no muelas así, hazle despacito”. Era muy elaborada en sus comidas a diferencia de mi abuela paterna, que tuvo 9 hijos y era muy práctica, comida más rápida. Había una diferencia de sabores, texturas y olores, hasta el tamaño de las tortillas.

Su padre es descendiente mazahua del Estado de México.

Mis 2 abuelos hablaban mazahua; yo nunca lo aprendí, pero sí aprendí que era esa la lengua de mi familia paterna. Era reflexionar que ellas hablaban un idioma, pero que no querían que yo lo supiera. No querían porque la lección que habían aprendido era mucha discriminación, que les dijeran que hablas en un idioma perro, hablabas un idioma que la gente no entendía.

Lupita tiene muy presentes a sus ancestras, como su bisabuela que escondía niñas durante la revolución para que no se las llevaran los soldados.mA los seis años se mudó a Nicolás Romero, Estado de México, pues sus padres compraron un terreno allí. Esto la separó de su abuela materna, con la que había vivido hasta entonces y tenía una relación muy cercana.

Era una pequeña casa en puro campo. No había luz ni agua. Mi mamá le decía a mi papá que no quería vivir ahí porque no había agua, pero él le aseguró que él se ocuparía siempre de eso, y sí fue cierto; cada vez que mi mamá pedía, mi papá iba a por un tambo de agua que era a 2 km andando por el cerro y luego subir con el agua. Era pesado, pero mi papa no se quejaba. Y luego nosotros queríamos ir con él y llevábamos una cubetita o un bote.
A mi mamá no le gustaba vivir allí y lloraba mucho, adelgazó mucho y se enfermó. En ese momento mi papá le dijo que si no era feliz ahí podíamos irnos, pero mi mamá reflexiono y pensó que para sus hijos sería mejor vivir allí, en su casa, y renunció de irse a otro lugar. Mi mamá en ese momento se dedicaba sólo a la casa; estábamos mis dos hermanos, José y David, y yo y mi hermana pequeña, Nora. Me gustaba. Podía observar muchas cosas en el camp, ver animales silvestres, era impresionante ver el campo lleno de luciérnagas por la noche. Los sonidos de insectos, arriboritas, grillos, camaleones… y jugaba en los árboles con mis hermanos.

Cuando tenía 7 años su madre empieza a trabajar fuera de casa y, además, pasa en el hospital temporadas debido a su frágil salud. Llegaba a la 1 a casa y Lupita salía para la escuela, caminando 2 kilómetros entre lodo. Además, como su madre era enfermera, ganaba un sobresueldo atendiendo a los y las vecinas. Su padre trabajaba en una fábrica de vigilante y cuando estaba en casa sembraba maíz, calabacitas, maguey,… Dado que estaba al cargo de sus hermanas y hermanos, el pequeño llamaba a Lupita mamá, algo que ella detestaba.

A esta edad comienza a darse cuenta de que es una niña, a tomar conciencia de las desigualdades de género

Mis papás me decían que como yo era la mayor me quedaba al mando de la casa cuando no estaban. Me acuerdo un día que teníamos mucha hambre y, como yo estaba acostumbrada a estar con mi abuelita mientras cocinaba, dije, no es difícil. Me subí en un banquito, puse la olla y empecé a recordar como yo veía hacerlo a mi abuelita. Imaginando que mi abuela me decía lo que tenía que hacer. A veces mi mamá nos dejaba frijoles, tortillas… y yo preparaba la comida. Nosotros nos íbamos acostumbrando a que no estaban y jugábamos mucho. Y ya de repente yo me acordaba de que había bebé y le daba la mamola, o el plátano. A veces hacía mis tareas, a veces no…mis cuadernos rallados porque mis hermanos me ayudaban a hacer las tareas. Así que no era una alumna brillante que se diga. Nunca reprobé pero tampoco fui destacada.

Los abusos sexuales que sufrió de niña también le hicieron tomar conciencia de que era una niña, así como de las desigualdades y violencias específicas de su sexo.

Como a los 7 años unos vecinos abusaron de mí y tomé mayor conciencia de que era niña, de que no era igual a los niños. Tuve mucho miedo y no le dije a mi papá y mi mamá. Es como que en la mente fue muy duro para mí y no sabía cómo decirles. Cuando fui adulta, estuve en terapia y me di cuenta de que el único lugar en el que me gustaba estar era la escuela porque era seguro y podía ser una niña. No tenía que pensar si le di bien de comer a mis hermanitos, si le había cambiado el pañal o no, si se habían caído o no…

La escuela se fue convirtiendo en su lugar favorito, pues allí podía ser niña y sentirse segura. Así pasó la primaria y la secundaria. Sus hermanos/as iban creciendo y, aunque la dinámica familiar seguía con ella a su cargo, se distribuían algunas tareas.

Éramos muy traviesos también, pero nunca decíamos quien había hecho la travesura, así que mi papá nos pegaba a los 3.

Al salir de secundaria dijo a sus padres que quería seguir sus estudios en una preparatoria (Educación Media Superior).

Tenía 15 años. Preparé el examen y reprobé, entonces me quedé sin ir un año a la escuela.

Aprovechó ese año para tomar clases de guitarra y mecanografía y, al año siguiente, aprobó el examen y entró en bachillerato. Su padre le daba dinero para cubrir el transporte y le conseguía los libros que le pedían.

El bachillerato me gustó, mucho. Me sentía más libre. Y los maestros ya hablaban otras cosas que en mi ranchito no había. Como yo iba a turno vespertino, tenía compañeras/os más grandes que ya trabajaban, no eran hijos de papá y de mamá. Y tenía amigas a las que no les daba tiempo a hacer la tarea y yo hacía su tarea y a veces me pagaban. Casi siempre tuve amigas chicas, los chicos no quería ni que se me acercaran, ni tener novio. Me acuerdo mucho de un profesor de historia que me gustó mucho como explicaba la historia de México. Había sido víctima del 68[1]; me gustaba mucho como era su lucha y como transmitía el conocimiento. Los profesores siempre nos animaban para estudiar, a no querer ser sólo obreros. Entonces decidí que iba a estudiar la universidad.

Estudiando el bachillerato, una amiga le recomendó un curso de náhuatl (una de las 68 lenguas indígenas habladas en México) que se impartía los sábados. Para hacerlo necesitaba dinero y su padre sólo podía darle para el transporte.

Entonces, lo que ocurría en mi vida desde que estaba chica, es que con mi mamá cuando necesitábamos dinero vendíamos cosas. Una tía nos enseñó a hacer empanadas y yo iba a las casas y vendía. Luego mi papá, como trabajaba en unas fábricas, pues traía medias y calcetas y yo las vendía muy bien.

Y así aprendió a hablar y escribir náhuatl y a encontrar en las lenguas y la antropología su pasión.

Para mi buena suerte el profesor que enseñaba ahí era Delfino Hernández, hablante de la lengua, que ha sido uno de los mejores profesores de la lengua náhuatl del SXVI. Yo tenía 17. Un día dijeron que iban a dar un taller de paleografía (técnica que consiste en leer los documentos, inscripciones y textos antiguos y en determinar el lugar del que proceden y el período histórico en el que fueron escritos) y me dijeron que como yo era una alumna de náhuatl adelantada, pues que podía ir aunque aún estaba en bachillerato. Era muy bonito, tenía unos compañeros y compañeras más mayores. Yo vi que antropología me gustaba.

Estudiando el bachillerato su padre empezó a tener un comportamiento violento, especialmente con su hermano pequeño, lo que le llevó a Lupita a tener una fuerte discusión con él. Decide independizarse de su familia e inicia su trayectoria de comunicadora.

Empecé a pensar en qué trabajar si me quería ir. Ya estaba acabando los cursos de náhuatl y un amigo me dijo que estaban buscando en la radio a una persona que hablase esta lengua y me animó a presentarme a las pruebas. Hice la prueba e inmediatamente me dijeron que me contrataban, que iba a trabajar los lunes en radio educación a las 5 de la mañana. Yo bien emocionada, pero me decía ¿cómo voy a llegar si apenas hay camiones? Entonces un amigo me dijo que tenía un cuarto en el que me podía quedar. Era 1992 y pueblos indígenas de todo el mundo venían a México a un encuentro y yo tenía que hacer la presentación. ¡Cuándo vi a toda esa gente casi me da algo!
No sabía nada de radio y ellos me enseñaban. Me enseñaron como hacer entrevistas, como grabar… ahí empieza mi época de comunicadora. Y luego me dijeron que en la tarde había un programa a las 10 de la noche, si quería participar. Vieron que tenía buena voz y me dieron a traducir las noticias al náhuatl. Hacía entrevistas en las comunidades, editaba las cintas de carrete abierto, cortando, todo eso muy bonito. Fue muy bello. Me pagaban por programas y me daba para vivir. Edité horas y horas de música, de programas, fui locutora también. Yo a todo decía que sí porque me gustaba. La radio me ha dejado todo: amor, dinero, energía, conocimiento… Después me invitaron a hacer un programa de música que me encantó y en el que conocí gente que ahora es muy famosa. Y un día unos amigos propusieron meter un programa de radio, lo metimos y ganamos. Ahí hicimos un programa que se llamaba “perfiles indígenas” (estuvimos 2 años al aire) y otro que se llamaba “tierra prometida”, que era sobre migración. Ganamos el premio de periodismo Walter Reuters de Alemania por mejor programa. Hicimos otros programas de derechos humanos y ganamos un primer lugar con la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Eso me encantaba. 17 años de todo este trabajo.

Con 19 años termina el bachillerato y en ese tiempo se enamora. A los 24 años se va a vivir con su compañero y a los 26 nace su hijo, Ocelotl. A su compañero no le gusta que salga y ella, para no discutir, deja de trabajar y se aleja del mundo de la radio. Cuando su compañero, que era herrero, se queda sin trabajo, ella vuelve a trabajar.

Empecé a dar clases en el centro cultural José Matí de lengua náhuatl. Llegué a tener hasta 400 alumnos/as, una locura. Me llevaba mi bebé. Luego mi compañero comenzó a decirme que no diera clases, que era una soñadora y yo, para no pelearme, lo dejaba. Entonces me dije que tenía que buscar otros trabajos. Tenía 27 años.

En ese tiempo se produjo un episodio de maltrato por parte de su compañero y decidió separarse. No se llevó de esa casa nada más que la ropa que portaba y a su hijo. Se fue a casa de su familia. Ahora era aún más necesario trabajar.

Entonces sí me las vi muy difícil porque no encontraba trabajo. Además, él limitó mucho mis redes de amistades, algo difícil de recuperar. Así que yo pensé ¿qué se hacer? Pues sé cocinar. Y me fui a trabajar a unos restaurantes; era bien pesado. Hasta una vez que voy yo paseando porque me mandaron ir a traer pollo para un restaurante y veo ahí “clases de historia”. Y dije, me voy a meter a clases de historia los sábados antes de ir a trabajar.

Asistió un año a esas clases, cuando le propusieron que diera clases de náhuatl pagándole lo mismo que ganaba en el restaurante. Se propuso ahorrar durante un tiempo con los dos trabajos y dejar el restaurante. De esta forma podía ver más a su hijo, ya que trabajaba sólo el fin de semana. Empezó a pensar qué podría hacer. Por casualidad, le llegó información sobre un curso público de maestras de preescolar en el que te formaban durante 6 meses trabajando con un modesto salario. Ella había trabajado previamente como voluntaria en su comunidad dando clases a adultos y de primaria. La aceptaron en el curso y comenzó.

La escuela estaba en Coyoacán, así que tenía que salir a las 5 de casa. Lo primero que me dijeron es que si le gritaba a un niño/a quedaba despedida; esa era la primera regla de esta escuela. El horario era de 9 a 14h y por la tarde podía tomar cursos. La directora era muy metódica, bellísima, de ella aprendí mucho. Cuando pasaron los 6 meses me ofrecieron trabajo allí y acepté. Pasé de ser auxiliar a solo dar las clases de náhuatl y convencí a la escuela de que era posible hacer un programa de radio con el alumnado.

Cuando la directora de la escuela en la que trabaja se jubila la recomienda en otra escuela. Su hijo podía ir a esa misma escuela, lo que facilitaba la conciliación.

Los viernes su papá iba a buscarlo a la escuela y se lo llevaba el fin de semana y yo era ya china libre. Y entonces los sábados me invitaron a trabajar en la radio de la organización Asamblea de Migrantes Indígenas y el domingo trabajaba en radio educación, y en eso ocupaba mis fines de semana.
En el trabajo en la escuela aprendí como tratar a mi hijo y a pensar que cosas no quiero repetir que vi en mi infancia. Ocelotl era un niño tan gentil, el me acompañaba a las clases que daba. Le ponía en la cobijita; muchos de mis alumnos/as le regalaban cosas, lo estimaban mucho.

Su hijo iba creciendo y cuando, empezó la primaria, decidió cambiarlo de escuela inicialmente y dejar el trabajo después.

Renuncié al trabajo con toda conciencia. Yo estaba muy agradecida y contenta con la escuela, pero yo quería encontrar un trabajo que me permitiese ver a mi hijo. Como yo ya estaba de encargada de radio en la asociación, decidí meterme más fuerte y ver cómo me podían pagar y seguir con radio educación. Era poco de dinero pero medio nos alcanza. Cuando no me alcanzaba el dinero, tenía un amigo que vendía café y me pidió que le ayudara. Me pagaba 500 pesos a la semana e iba a ferias.
Yo siempre traté de llevar a mi hijo a todos lados donde yo iba, hasta que él entró a secundaria y me dijo, ya no mamá.
Es muy divertido tener un hijo, porque como que aprendes cosas de tí. Hay cosas que no sabes y que te divierte en verlo en él. Como ver a un hijo que le gusta la música de cricri, de repente me dice que le gusta el hard core. Cambios de un hijo y cómo tú vas creciendo. Él y yo siempre estuvimos en el diálogo todo el tiempo. Y si yo le hablaba duro, lloraba, era muy sensible, se impactaba inmediatamente.

Su hijo crecía junto a ella. Cuando él estaba en la secundaria, Lupita gana una beca para ir a estudiar Derecho de los Pueblos Indígenas a España y Suiza y sus padres se quedan con su hijo. En estos seis meses de estudio se convence de que debe ir a la Universidad.

Ahí tenía 36 años y mi hijo 13. Me acuerdo que cuando regreso él entra en secundaria y yo consigo un trabajo en el gobierno del Distrito Federal para organizar unas redes de mujeres. Entonces, estoy trabajando y un día que me mandan a revisar cómo iba un convenio con la Universidad del Claustro. Como se retrasaron en atenderme miro las licenciaturas y veo “derechos humanos y gestión de paz”.

Quiere realizar estos estudios pero la universidad es privada y ella no tiene dinero suficiente para pagarlo. Se lo plantea a la directora y, dado que ella sería la primera mujer indígena que estudiaría en la universidad, le animan a hacer la prueba de ingreso y le ofrecen facilidades para estudiar a un costo menor.

Y nuevamente me pregunto ¿de qué voy a vivir? Porque el trabajo que tengo ahora es en la mañana y esto es en la mañana, voy a ser estudiante otra vez y no puedo trabajar. Entonces voy y renuncio otra vez a mi trabajo. Recordé a David, que conocí en Deusto y que trabajó en el Alto Comisionado y en la cooperación. Él me preguntó un día ¿y tú por qué no has estudiado? Y yo le dije que tenía un hijo que no podía dejar y que no tenía más ingresos que el mío, así que o estudio o trabajo. Y él me dijo: te puedo ayudar si quieres. Entonces le escribo una carta y le digo: David, te tomo la palabra, voy a estudiar una carrera, solo tengo que pagar las inscripciones que son cada 4 meses y es un costo de 3000 pesos, los libros y eso lo puedo pagar yo. Entonces me responde y me dice: sí Guadalupe, con mucho gusto. Él estuvo en Jamaica, en África… y me mandaba dinero para pagar la escuela.

Además de la beca de la Universidad y la ayuda de su amigo, trabaja en informes por los que le pagan. La universidad se convierte en su oficina.

Trabajaba allí mis tareas y los trabajos y si alguien me quería ver, pues le citaba allí. Entraba a las 7 de la mañana en la Universidad y a las 7 de la tarde salía. Le dije a mi hijo: voy a trabajar mucho, si necesitas algo me dices para hablar con los maestros y pedir permiso. No estaba en la misma condición que mis compañeros, ellos de 20 y yo el doble casi. Afortunadamente casi todos los maestros a los que les pedí alguna vez un permiso me dijeron que sí. Encontré un trabajo los fines de semana para pagar lo de mi hijo y los transportes. Esa etapa fue muy fuerte porque mi hijo terminó secundaria e iba a la preparatoria y yo iba a la universidad.

Termina la universidad y su hijo está en preparatoria. Su hijo pasa muchos cambios, tiene un desengaño amoroso y empeora sus notas en la escuela. Lupita se da cuenta de que ya no puede tratarlo como un niño y modifica algunos aspectos de su relación con él, aunque estando muy cerca y colaborando con la escuela e integrándole en sus actividades.

Él nunca supo que yo estaba trabajando con su escuela. Y yo hablando con su papá, tienes que verlo este y este día, tenemos que ver a nuestro hijo porque está mal. Entonces él lo llama todos los días, lo busca, va por él. Ayudamos a que nuestro hijo sanara. Entonces un día me dice que tiene ganas de dibujar y empezó a hacer dibujos bellísimos. Le empieza a ir bien y empieza a hacer los exámenes, y los pasa como si nada, yo feliz. Él sabía que lo queríamos mucho.

Además de trabajar en algunas actividades en las que participa Lupita, su hijo empieza a trabajar en una tienda de barro y comienza a estudiar antropología en la universidad. Lupita sigue con sus trabajos y militancia con organizaciones de mujeres, en la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas, en la Alianza de Mujeres Indígenas de Centroamérica y México-AMICAM[2] (en la que fue fundadora y coordinadora regional).

En 2004 empiezo a trabajar con organizaciones de mujeres pero siempre ligada a mundo indígena. Casi conozco toda América Latina por trabajar en derechos de las mujeres indígenas y eso te permite ver otras cosas, ya no es un país, no es tu lugar, es algo más grande.

En su intensa labor de defensa de los derechos de las mujeres indígenas es consciente de la doble discriminación que sufren y en lo importante de que tomen la palabra para contar su realidad e historia.

Me di cuenta de que todo el mundo escribe sobre los indígenas, las indígenas, los documentos antropológicos siempre son desde una perspectiva no indígena. Entonces yo me dije, para que se democratice esto nosotras también tenemos que escribir, porque siempre otros cuentan, relatan, pero nosotras no relatamos en primera persona. Mi postura nace en 2004, en una reunión en la que nace, justamente, la Alianza de Mujeres Indígenas de Centroamérica y México Me preguntaba ¿qué vamos a hacer nosotras? ¿Quiénes vamos a escribir? Entonces me piden que me haga cargo y me digo que tenemos que aprender a escribir. Por ese tiempo la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza-UICN[3]me pide que cubra una reunión en Bangkok. La UICM es una unión mundial sobre la naturaleza, donde participan gobiernos, organizaciones, universidades….UNIFEM, la actual ONU Mujeres, me paga un boleto y les hago un informe sobre la situación de las mujeres indígenas en el tema de tierra, territorio y derechos de las mujeres. Muestro que en las resoluciones sobre pueblos indígenas no se tiene en cuenta a las mujeres y menos el género. Y en las demás resoluciones no se tiene en cuenta a los pueblos indígenas. Entonces, en una reunión de varias mujeres del mundo que trabajan en agencias de Naciones Unidas y otras, una persona dice: pero si las mujeres indígenas no saben ni leer ni escribir, ¿cómo van a participar aquí? A mí eso me indigna mucho. Me acuerdo que ahí estaba Itzá Castañeda del PNUD y dijo: “no digan eso, porque aquí están”. Yo levanto la mano y digo: “disculpa compañera, esa es tu apreciación, pero no es así”.

Estaba en esa reunión con 2 compañeras mexicanas, así que se juntan y deciden que tienen que demostrar que tienen la capacidad de escribir y aportar desde las mujeres indígenas. Entrega el informe que UNIFEM le había pedido.

Lo mando a UNIFEM y me preguntan quién me ha ayudado, a lo que les respondo que el informe lo he hecho yo y que sólo me han ayudado a editarlo. Ese informe aún está en la organización, aunque sin mi crédito, pero está ahí y fue nuestra relatoría. Para mí fue muy importante haber hecho eso, pero también ver las reacciones de las otras personas. A partir de ahí me empezaron a invitar para otras cosas.

Inicia, con la Alianza de Mujeres Indígenas de Centroamérica y México esta aventura internacional de reivindicar los derechos de las mujeres indígenas y visibilizar su situación y condición, darles voz. Necesitan capacitarse para opinar y defender sus posiciones en los diferentes espacios.

Entonces mi organización organiza un diplomado en derechos de las mujeres y derechos de los pueblos indígenas para identificar en qué espacios podemos hacer incidencia, cabildeo, vinculación. Montamos un diplomado desde la Alianza, con la doctora Mirna Cunningha -nicaragüense que viene de la revolución y primera mujer rectora de Huracán, el primer campus donde van mujeres mayores a estudiar por primera vez -, Otilia Lux de Coti -una de las mujeres que trabajó en la comisión de la verdad analizando más de 5000 casos sobre el genocidio en Guatemala-, Nina Pacari – que fue ministra en Ecuador. Son las que forman la organización en la que estoy, la Alianza de Mujeres Indígenas de Centroamérica y México, en la que hay una serie de mujeres indígenas muy fortalecidas a nivel mundial que se movilizan, y yo estoy allí aprendiendo en permanente. Organizamos el diplomado, sin remuneración, con la Universidad Autónoma de México.Nos peleamos mucho para que fueran maestras indígenas. Se logra eso y durante 9 años hemos podido dar ese diplomado.

Y así, con el liderazgo de Lupita y otras mujeres, escriben artículos, cubren eventos nacionales e internacionales, organizan formaciones, publicaciones.

La primera vez me dije ¿cómo voy a hacerle? Tengo miedo, ¿qué decir? Afortunadamente estaba Mirna y otras compañeras.
He participado más de 10 años en el Foro Permanente de las Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas[4], he participado en otros países con reuniones de gobierno, he seguido la agenda internacional indígena, he sido maestra de la Universidad de Deusto entre otras, hicimos un informe para la CEDAW, para la CIESWW… El informe más difícil para mí es uno de violencia militarizada en América Latina; escuchar testimonios, leer informes, documentos….fue muy fuerte, amanecía toda nerviosa. Y después ir a hablarlo en un grupo de expertos y ver una situación ya no de América, sino del mundo, de otros lugares. Me ha dado mucha experiencia el estar con relatores y relatoras. Me invitaron también a estar en el grupo de trabajo interagencial de Naciones Unidas, y ahí tienes que tener claro los asuntos no solamente para tu país, sino de otros países.
El cabildeo, hablar con otras personas en la diplomacia, yo lo aprendí ahí. Sabes qué quieres, que te puede dar el otro, y ver si puede pasar. Una llega ahí por todas las compañeras, así que la Alianza ha sido una escuela para mí para aprender.

Combina todo este trabajo de militancia internacional con otros trabajos y la crianza.

Mi hijo me siguió todo el tiempo. Él llegaba y preguntaba ¿y ahora que viste? Contarle cosas, el aportar de sus pensamientos. Y vas aprendiendo como él te ve diferente a otras mamás. No sólo por el trabajo, también porque yo me voy a las 5 y él se tiene que levantar a las 6 y desayunar e ir a la escuela, y no está su mamá. Nunca perdió la escuela. Cuando empezó a trabajar igual. Ahí está el reloj, tienes que trabajar. Paralelamente él iba aprendiendo y hacía tareas de casa.

Y con todo ese Know-how nace NOTIMIA, la AGENCIA DE NOTICIAS DE MUJERES INDÍGENAS Y AFRODESCENDIENTES[5], una agencia de noticias internacional que pretende dar mejorar las capacidades para la comunicación de las organizaciones de mujeres indígenas y Afro para dar voz a las mujeres que, por la doble discriminación, han sido históricamente invisibilizadas.

En la Alianza decimos: ¿cómo queremos que nos sigan viendo? ¿como mujeres pobrecitas, las que no pueden? ¿cómo nos vamos a ir narrando como sujetas de derechos? La única forma es haciendo una agencia de noticias. Es un eje temático y que se va a desprender de una alianza de mujeres indígenas y que tiene una nueva naturaleza que ahora tienen que ver con los medios de comunicación. Nace NOTIMIA, y su mamá es la Alianza.

En 2018 deja la coordinación de la Alianza de Mujeres Indígenas de Centroamérica y México, para centrarse en NOTIMIA, actividad que combina con su trabajo sobre participación política de las mujeres, contra la violencia, dando clases en varias universidades nacionales e internacionales, (Oaxaca, Deusto…), talleres en diferentes estados, organizando encuentros feministas…

Con el movimiento feminista trabajo desde 2010. Con las feministas se pueden discutir muchos temas fuertes en los que nos podemos juntar, y hay temas en los que no nos podemos juntar. Además hay muchos feminismos, pero algo que me gusta mucho es yo trabajo con todas.
Desde la alianza decidimos hacer un tribunal de conciencia de mujeres indígenas donde pongamos en evidencia como se han llevado casos de mujeres indígenas y cómo el estado no ha resuelto. Entonces hablo con las feministas y proponen hacer un tribunal en el que quepamos todas, no solo indígenas y convencemos a varias feministas de los estados de México. Rastreé todos los tribunales que se han hecho de mujeres. El primero es en Tokio en 2000 con las mujeres que habían sido abusadas en la II Guerra Mundial usadas como “mujeres de consuelo”, así las llamaron. Las mujeres hicieron esa acción para visibilizar los abusos y que los tribunales son muy masculinos y además confrontan, empezaron a aplicar una metodología de exhibición para tener incidencia. Otro tribunal muy fuerte fue el tribunal de Guatemala. Aquí en México lo montamos en 2014 y fue muy fuerte. Invitamos a amigas de otros países y a nuestro tribunal llegaron 600 mujeres. Llevamos casos de desaparición forzada, feminicidio, abuso sexual, periodistas… Los testimonios son muy fuertes y acabas agotada, descorazonada.

Gracias a este Tribunal se retomaron algunos casos desde las instituciones públicas, haciéndose justicia.

Yo creo que sí hemos hecho nuestro trabajo. Digo, no yo como Lupita Martínez, sino con una serie de compañeras que hablamos de fortalecer la identidad, de no sentir vergüenza de quienes somos. Porque hay un problema, si nosotras no hablamos nuestra lengua es porque a nuestros papás se la prohibieron o les dijeron que estaba mal. Y, de repente, ahora nos vienen: qué bonito su idioma, háblelo.
Soy fundadora de la Escuela Itinerante para la Formación de Mujeres Afros y de la Cátedra de Mujeres Afros en Oaxaca. Esos proyectos los impulsamos nosotras porque venía con toda una experiencia de haber sido parte de la Universidad Indígena Intercultural del Fondo de Pueblos Indígenas, del FILAC (Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y El Caribe).Entonces las mujeres afro, que muchas son mujeres afro e indígenas, decimos hacer una escuela itinerante ya que no tenemos presupuestos para que ellas se desplacen, así que vamos nosotras. Sale escuela y después fundamos la cátedra.

Y así Guadalupe Martínez ha pasado la vida ejerciendo sus derechos y reivindicando los de todas durante toda una vida, su historia, repleta de resistencias, sueños y persistencia.

Me siento muy orgullosa haber concluido la universidad 20 años después de mi tiempo joven. Me siento orgullosa de haber presentado informes internacionales (que son míos y de mis compañeras). De que hayamos tenido un diplomado durante 9 años. De haber trabajado en radio tanto tiempo. De ver que se va dejando huella en nuestras organizaciones de ese Tribunal. Me siento orgullosa de todas mis compañeras de NOTIMIA, que son brillantes, y de que NOTIMIA esté ahí como vehículo para lo que nosotras realmente queremos, que es una universidad de mujeres indígenas.

Me siento orgullosa de mi familia, de mi hijo. Porque me he dado cuenta de que los hijos e hijas de muchas compañeras no tienen ni idea de lo que hacen. Y esta historia es muy bonita. Y digo esto porque mi hijo murió hace unos años en un accidente. Y en toda esta historia en que me acompañó 21 años mi hijo tengo claro que siempre renuncié a los trabajos para estar con él, y no me arrepiento, y sé que él entendió todo lo que hacía y me acompaño. Y es algo que creo que es importante, que las mamás compartamos con nuestros hijos lo que hacemos y que en cualquier trabajo que hacemos hay una fuerza inspiradora en la familia, para que armonices en nuestro universo. Ahora más que nunca estoy contenta de haber pensado: quiero pasar más tiempo con mi hijo y renuncio a este trabajo, porque quiero verlo crecer y tengo que inventarme qué hacer para verlo.
En este momento estamos en NOTIMIA, en la creación de una agencia de noticias indígenas única en el mundo. Ojalá nazcan otras, porque se necesitan. Y porque una agencia es una fuente, no son solo noticias, es una fuente generadora. Y las hacen quien la integra. También gracias a todas mis ancestras estoy aquí, en este viaje de vida.

Resistente como un cactus, de habla dulce, Guadalupe es un ejemplo de constancia y aprendizaje continuo. Aprender tejiendo redes con otras, para lograr un mundo mejor para todas. Con y Para, desde el feminismo y los derechos humanos.

[1] El 2 de octubre de 1968 se produce en Ciudad de México la Matanza de Tlatelolco, brutal represión del movimiento estudiantil.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-45714908
[2] http://alianzami.org/; https://www.facebook.com/317910765062879/posts/1294261194094493/?sfnsn=scwspwa&funlid=i3za4S7q4jvwzyPo
[3] https://www.iucn.org/es/acerca-de-la-uicn
[4] Órgano asesor del Consejo Económico y Social (ECOSOC). El Foro fu establecido el 28 de julio de 2000 por la Resolución 2000/22, con el mandato de examinar las cuestiones indígenas en el contexto de las atribuciones del ECOSOC relativas al desarrollo económico y social, la cultura, el medio ambiente, la educación, la salud y los derechos humanos.
[5] http://notimia.com/


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