MILA RAMOS JURADO. DE LA PALABRA A LA ACCIÓN DESDE UNA COOPERACIÓN FEMINISTA

 In Resistencias
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Entrevista realizada el 3/05/2020

Cooperante, agente social, poeta, periodista, cofundadora de Mujeres en Zona de Conflicto (MZC)… Y en todas estas facetas, feminista. Mila Ramos Jurado relata su vida casi declamando, llenando de belleza y reflexión los momentos dulces y amargos. Para mí, como ella sabe, es una chica Almodóvar.

Nació en Córdoba el 24 de noviembre de 1961, aunque en su documento nacional de identidad pone el 23, ya que su padre la inscribió cuando su madre se puso de parto.

A veces tengo la sensación de que esto también condiciona un poco tu vida, como que tienes que ir un paso por delante.

Sus padres vienen de una condición muy diferente. Su madre procede de una familia acomodada de pueblo y su padre de una familia pobre y represaliada, ya que su abuelo fue fusilado en el 47.

Sabemos dónde fue fusilado pero no sabemos exactamente dónde está todavía.  Una familia muy pobre, mi abuela paterna murió lavando ropa para otras personas. Todas mis tías, porque eran cinco niñas y dos niños, trabajaron desde chiquitas.  Mi abuela repartía leche y la mujer…, pues una viuda de republicano. Frente a esa pobreza, pues mi padre tuvo la suerte de que los curas lo tomaron como niño cantor y le pudieron dar unos estudios. Marcaba eso mucho la diferencia con el resto de sus hermanas, que muchas de ellas no sabían ni leer ni escribir. La familia de mi madre, que es una familia muy matriarcal, una familia con una abuela con mucho poderío, una abuela que fue una empresaria de la posguerra, una mujer que se quedó viuda y que se casó en segundas nupcias. Era una mujer con un par de ovarios, no tenía más remedio que serlo. Y mi madre, probablemente la persona más importante de mi vida; una tía con una inteligencia natural impresionante, con una tolerancia bestial, que nunca me levantó la voz, que nunca puso en crisis cualquier locura que a mí se me hubiese ocurrido sino al contrario. Y mi padre era un espíritu libre que volaba; un hombre que se enamoró de mi madre locamente. Durante toda su vida yo recuerdo de llevarle flores todas las semanas, de tener unos detalles que yo no he visto ningún hombre, francamente, era un amor incondicional por ella y también por nosotras. En ese en ese espacio nací yo y a los 13 meses nació mi hermana.

La historia de sus padres fue complicada, pues la familia materna no aprobaba el matrimonio. Al fin y al cabo, el padre de Mila era el hijo de un republicano fusilado.

Se casaron por empeño de mi madre y eso hizo que vivieran algunas dificultades. Para mí siempre fueron un ejemplo, de alguna manera, de que hay formas de vivir el amor sin que se gaste.

Las mujeres de su entorno marcan su infancia y adolescencia. Su abuela, su madre, su tía, su hermana…

Me marcó mucho en aquellos años mi tía Sensi, una tía muy potente, relacionada con los movimientos obreros. Recuerdo que tenía libros en un armario y nosotras los cogíamos para leerlos. Estaban hechos como en vietnamita, que era antiguamente como se hacían los libros clandestinos. Entre esos libros también había un libro de Bécquer, no todo era militancia. Un libro que me aprendí de memoria y que todavía me sé.

Fue mayoritariamente a colegios religiosos, algo que la marca.

Fui reincidente, porque primero estuve como hasta séptimo, luego octavo lo hice en un colegio público y en primero de BUP me volvieron a llevar al colegio de monjas. Yo en primero de BUP tenía 14 o 15 años y ya en aquel momento no reconocía la autoridad de las monjas. Era una niña muy contestataria, muy amante de la lectura. Le dije a mi madre que mientras estuviese en el colegio de monjas no iba a estudiar. Me iba todos los días a la mezquita y no iba a clase. El caso es que me echaron del colegio; me echaron humillándome.  Entonces ya mi madre me dejó ir al Averroes y eso fue un punto de inflexión importantísimo en mi vida. El Averroes era un instituto que estaba en un barrio de los arrabales de Córdoba, un instituto mixto con profesorado muy joven, gente de izquierda en su mayor parte. Y yo tuve la enorme suerte de dar con unos profesores que confiaron mucho en mí, me recomendaban muchas lecturas y eso me ayudó mucho. Lo importante en aquel momento era enseñarnos a pensar, que es como yo pienso que debe ser la educación, un proceso en el que te enseñen a pensar para construir pensamiento y para construir después ciudadanía.

En el Averroes inicia también su militancia.

Fui muy activista dentro del movimiento estudiantil; era la delegada del instituto y eso hizo que tuviera que ir varias veces a asambleas pues Alicante, Madrid…, y, claro, eso con 16-17 años también te da mucha amplitud de miras.  Me tenía que ir en autostop, cosa que obviamente mi madre no sabía.  Averroes fue un despertar a muchísimas cosas.

En esa época viaja algunos veranos a Francia de vacaciones, dónde vivía una tía paterna.

Mi padre tenía mucho interés de que fuéramos a Francia y aprendiésemos francés.  Parábamos primero en Barcelona; me flipaba mucho ya cuando entraba en Cataluña porque había autopista y en Andalucía eso no existió hasta el 92. En Barcelona fui por primera vez a una celebración del día del orgullo gay. Y luego siempre me acordaré de que me compré en las Ramblas la metamorfosis de Kafka y El extranjero de Albert Camus y me los leí en el sur de Francia, en Auch, en la plaza de D’Artagnan. Todavía los tengo.

En Francia me llamaba mucho la atención la gente de mi edad, como se comportaba. Eran mucho más libres que nosotros, era un mundo mucho más libre, era otra manera distinta de vivir la vida, de las relaciones entre los chicos y las chicas.

A los 18 años finaliza el instituto y comienza la Universidad en Córdoba, en la carrera de Filosofía y letras por la rama de historia. Era 1980, en una España que estrenaba democracia. La universidad no le interesaba demasiado.

Me gustaba saber, pero siempre creí mucho en la autodidáctica. Me gustaba mucho la historia, leer novela histórica.  Siempre tuve claro que el futuro se construye desde la memoria, por eso es tan importante tocarse las memorias de vez en cuando y entender que no puedes avanzar si no miras un poco atrás, que no hemos nacido de repente. Cuando estoy dando formación sobre feminismo, especialmente con gente joven, recalco que antes de nosotras hubo muchas otras muchas mujeres que se dejaron la vida, la piel, para que lleguemos al punto en el que estamos. Que queda mogollón por avanzar todavía, pero que hay que mirar mucho atrás y aprender mucho también de toda esa mochila que todas y todos llevamos. Yo creo que eso fue algo que desde chica tuve muy claro, saber qué es lo que había pasado, porque si yo no sabía lo que había pasado me iba a costar mucho trabajo avanzar, construir el presente y construir el futuro.

Ese tiempo estuvo marcado por el nacimiento de su hijo, al que criará sola con el apoyo de su familia. Fue un embarazo deseado pero que le hizo entrar muy joven en la maternidad y, con ella, en las responsabilidades de adulta.

Con 21 años tuve a mi hijo; estaba en segundo de carrera. Eso también marca un punto de inflexión porque yo iba a la facultad embarazadísima. Y a partir de ahí fui madre. Estuve un año sin estudiar y después me matriculé en la UNED. Pero tenía que trabajar, tenía que estudiar, tenía que criar a mi niño… Y bueno, ahí tuve la suerte siempre inmensa de mis padres; mi madre siempre estuvo ahí apoyándome a todos los niveles. No me arrepiento, es una elección que yo tomé y, como todas las elecciones que he tomado en esta vida, la asumo plenamente. Fui súper feliz criando a mi hijo joven, fue una experiencia muy enriquecedora. Pero ser una madre joven te quita también de otras cosas que no puedes hacer. Estudiando, trabajando y criando al niño. Fueron años complicados. Años de ensayo. La maternidad es un arte experimental, pero la vida es también un arte experimental; porque lo que estamos viviendo hoy no lo vivimos ayer, y lo que viviremos mañana no sabemos cómo va a ser. Así que, realmente todo forma parte de realidades muy contingentes. Sobre lo que hoy tenemos seguridad, mañana, de repente, se nos derrumba.

Mila es madre en un momento de explosión de libertad en España, el inicio de la democracia en la que las drogas y el SIDA dejan un sabor agridulce en una generación que estrenaba muchas cosas que le habían sido prohibidas a la previa.

Mi generación fue una generación complicada, incluso desde el punto de vista del feminismo, heredera de ese feminismo de “nosotras parimos nosotras decidimos”. De esa resaca última del franquismo, de esas primeras oleadas de democracia, … pero también los 80 fueron años donde todo parecía que era posible. El sida, sexo, droga y rocanrol. Entonces, claro, a mí la maternidad me salvo de todo esto, aparte de que a mí nunca me gustaron las drogas. Mis amigos de la época del instituto, de la época de la facultad, muchos de ellos se han muerto por temas de sida o por temas de drogas y a mí la maternidad me dio ese equilibrio suficiente, esa capacidad de resistencia, de lucha, de avanzar, de ser feliz. De saber que tienes que ser feliz por encima de todo.

No terminó la carrera de historia, ni la de políticas a la que se matriculó posteriormente.

Años más tarde hice una diplomatura en género y desarrollo, que era lo que me interesaba, pero tuve que estudiarlo en la Universidad de Chile porque en España no había estudios a esos niveles. Fue en el año 97-98. Hice un máster en masculinidad y también lo tuve que hacer fuera.

Mila comenzó a trabajar muy joven, desde que estrenó maternidad.

Estaba haciendo varias cosas. Yo empecé a trabajar muy joven en prensa, escribía en periódicos. Trabajé durante mucho en producciones que tenían que ver con la cultura, con el arte, con cosas de este tipo. Hice diseño de ropa, varios pases de modelos. Montamos mi hermana y yo una productora de cine, estuvimos haciendo cine. También montamos una radio libre. Hicimos muchas cosas, muchos cortos, mediometraje. Llevaba también las actividades de poesía en la casa de la juventud. Publiqué mi primer libro en el 86, un poemario. Buscaba camino. Hasta que decidí que me quería ir a Bosnia.

En el año 94 se va a Bosnia, país en el que abre un nuevo capítulo de su historia. Se pasó un año entero preparándose para ir. No era fácil, pues era un país en guerra.

Bosnia es uno de esos momentos que marca un antes y un después. Yo estaba trabajando en varios medios; tuve suerte, hubo gente que confió en mí y pude conseguir una acreditación como prensa. Llegué a Bosnia en el 94, antes de que terminara la guerra en diciembre del 95 con los acuerdos de Dayton. Cuando llegué allí, de la primera persona que me acordé fue de mi abuela, de todo lo que me contaba de su pueblo; todo eso pasaba allí también. Primero llegué a Split y luego a Móstar; Móstar era una ciudad completamente devastada. No había luz, no había agua. Todo eran edificios que habían sido echados abajo. Piensa que Móstar se destruyó en un 92%, ha sido la ciudad más destruida junto con Berlín en la II Guerra mundial. Aquello era muy impactante. Y volví a tener suerte. En principio vivía en un sitio que me habían buscado, una pensión que estaba cerca de un destacamento de los militares españoles. Y tuve suerte porque en el destacamento español me permitieron ir a zona roja con ellos, hacer entrevistas a quien yo quisiera… Realmente se portaron muy bien conmigo cuando yo era una persona insolente, en el sentido de que yo les dejaba muy clara la opinión que tenía. A ellos les hacía un poco de gracia eso, son paternalistas. Les hacía gracia una chica sola, con unos 30 años, una roja. A mí me hacía mucha gracia cuando me iba del destacamento y el comandante en jefe que había allí, que luego fue un gran amigo mío, les decía que me acompañaran a la pensión y yo les decía que no tenían que hacerlo. Pero es verdad que eso me sirvió mucho porque tenía muchísima información.

El mejor amigo que tuve allí fue el cura del destacamento, era increíble, Pepe, gallego. Sabía de Sartre y de Kant más que nadie. Un día me dijo si quería ir con él a ver unas mujeres refugiadas y salimos a las cinco de la mañana, era un 1 de noviembre. Eran mujeres que estaban refugiadas con una franciscana disidente; su hermano estaba refugiado en Italia y le mandaba dinero. Estar con ellas ese día fue lo que cambió mi vida. Me decían “Pero ¿qué hacéis los periodistas aquí? A mi hijo lo han matado. Mientras me violaban, a mi hijo lo estaban matando. He visto como han hecho pedazos a mi hijo”. Ellas intentaban recuperar los cuerpos de sus hijos. Todas habían sido violadas. Y yo en aquel momento sentí que la palabra se me quedaba corta. De pronto, la palabra se quedaba corta. Y en aquel momento había que dar un paso más, había que pasar a la acción. Ese día, ahí, nació Mujeres en Zona de Conflicto. Ellas querían que contara todo aquello, que denunciara todo aquello. Porque contar era una forma de no perder la memoria, de continuar, de que eso no se perdiera. Era una forma de eternidad. Una forma de seguir viviendo. Ninguna lloraba.

Fotografía de Mila Ramos en Móstar

Regresa a España, deja de trabajar en prensa y habla con amigas de lo que ha vivido y lo que pretende hacer con ello. La semilla de Mujeres en Zona de Conflicto estaba plantada.

La primera intención con mi amiga Isabel Romero (que ahora es la directora de la Junta Islámica Española) fue hacer un congreso internacional de mujeres en zona de conflicto. Que participasen mujeres que habían sido resistentes durante la II Guerra Mundial y aún estaban vivas, mujeres de la resistencia española, bosnias, croatas, serbias… No conseguimos la financiación para hacer todo eso y, en medio, surgió Beijing y teníamos que irnos a Beijing. Ahí tuve que tomar decisiones importantes. Decidimos dejar toda la parte teórica e ir a la práctica.

Conciliación y la cooperación internacional no conjugan fácilmente, aunque Mila se organizó para llevar ambos proyectos con ayuda de su familia.

Mi hijo no me impidió desarrollar mi trabajo. Cuando me fui a Bosnia durante el conflicto, mi hijo tenía seis años y se quedó con mi madre; yo iba y venía. Siempre he tenido trabajos en los que tenía que viajar mucho. Yo creo que si hay algo que es importante son los límites, saber dónde está la línea roja. Para mí una de las cosas que más tranquilidad me daba cuando estaba durante el conflicto en Bosnia era saber que mi hijo estaba bien. O sea, que tú te puedes arriesgar a lo que te dé la gana, pero tienes un ser al que cuidar y ese niño o niña tiene que estar a salvo. De hecho, muchas personas que están trabajando en la cooperación o en otras cosas se han visto obligadas a dejarlo. No fue traumático para mí y yo creo que tampoco para él. Los hijos de los cooperantes…, muy complicado.

Al poco de iniciar el trabajo en Bosnia, conoce a su compañero de vida, que será también compañero en Mujeres en Zona de Conflicto.

Yo le dije “Mira, yo me tengo que ir a Bosnia el mes que viene” y él me dijo “me voy contigo”. El 95 se vino conmigo; Luis y yo nos llevamos 10 años. No nos dieron estafeta militar y, entonces, alquilamos un Fiat 1 y nos fuimos atravesando Europa y los Balcanes. Además, nos fuimos por Craina, que acababan de bombardearla. Aquello era super apocalíptico. Y Luis desde entonces siempre ha trabajado conmigo.

Mila y Luis en Móstar

Mujeres en Zona de Conflicto va creciendo. Inicialmente se dedican a la acción humanitaria y después a proyectos de desarrollo. La palabra género era muy incipiente dentro de la cooperación internacional y más aún en acción humanitaria. 

Mujeres en Zona de Conflicto empezó sin un céntimo, con la voluntad de mucha gente que creyó en mí, algo que siempre les agradeceré. Isabel, mi hermana, Luis…mucha gente. Lo primero que hicimos fue organizar convoyes de ayuda humanitaria. Aún no teníamos muy clara la palabra género, porque todavía no se hablaba mucho de género, pero sí teníamos claro que en esos convoyes faltaban muchas cosas. Porque cuando yo había estado allí en los campos de refugiados faltaban muchas cosas; no había compresas, por ejemplo. Recuerdo que le pregunté a una organización “¿Y cómo es que no lleváis compresas?” y me respondió “Es que nosotros no caemos en eso porque no menstruamos”. Ya, pero en el campo de refugiados el 80% son mujeres. Entonces en ese momento decidimos que sólo íbamos a trabajar con mujeres, niñas y niños. Porque eran las más afectadas del conflicto. A mí ellas me habían dado de comer cuando me quedé tirada en Móstar durante la guerra; eran ellas las que me acogieron en su casa, las que me compartían lo poco que tenían, aunque fuera un té. Y allí no había tíos, sólo viejitos o los que estaban enfermos. Y en los campos de refugiados tampoco. La gran mayoría eran mujeres, niñas y niños. Además, transgrediendo las fronteras del género, intentando mantener unos mínimos cánones de normalidad y seguridad, cuando su propia seguridad estaba en juego.

MZC se desarrolla como una parte esencial de su vida.

Mujeres en Zona de Conflicto se convirtió en una prolongación de mi vida. En Palestina hemos estado trabajando hasta hace muy poco que decidimos que íbamos a hacer un trabajo más político, de reivindicación e incidencia. Luego vino Marruecos en el mismo año, ambos en el 98.

En el 98 pasó algo muy terrible y es que murió mi hermana. Y eso para mí supuso una orfandad total que todavía arrastro y que voy a arrastrar toda mi vida. Y se me murió a mí, conmigo.

Isabel Romero, Luis, Inma Ruiz, Inma Cabello, Mercedes, Yves, Javi…. La organización iba creciendo con la voluntad y militancia de muchas personas que se iban sumando. En 1996 ya tienen programas estructurados. La organización es feminista desde sus orígenes, aunque al interno se producen los mismos debates que en el propio movimiento.

Desde el primer momento nosotras nos nombrábamos feministas, lo que pasa es que el camino fue muy largo. Igual que nos nombrábamos abolicionista, pero no todo el mundo en la organización estaba de acuerdo con eso, con lo cual eso fue un debate de veinte años. Ya por estatutos somos una organización feminista y abolicionista. Para mí también era muy importante que eso partiera de un consenso.

Yo recuerdo una reunión en el año 96 o 97 con una política que en aquel momento era concejala de Sevilla, y la gente de la consejería nos decían “es que tenéis una manía con lo de género”. A mí me lo ha dicho un montón de veces, “siempre estás liada con lo del género”, “tenéis una manía con lo del feminismo”. Te hablo del año 96, 97, 98 porque todavía la palabra género no sonaba. Luego mucha gente se quiso montar el carro, como con el tema de trata. Cuando nosotras empezamos a trabajar el tema de trata en el año 2000-2001 y en el 2004 en España, muy poca gente hablaba de trata. Y ahora … este es un país de expertos; de repente salen expertos por todos sitios. Nosotras nunca hemos pensado que fuéramos expertas en trata, pero llevamos más de 20 años trabajando sobre trata. En el medio de este contexto, en el 2000 empieza la 1325, después la 1820, la 1888 y nosotras hemos trabajado muy intensamente con las resoluciones de Naciones Unidas, aunque mi fe en el sistema de Naciones Unidas es cero.

Tras palestina llegó Paraguay, Colombia… y, entre tanto, dos libros. Uno dedicado a Bosnia, “8.000 razones para la memoria” (Madrid, Torremozas, 2004 y otro a las fronteras, “La frontera número 11” (Madrid, Torremozas, 2008).  Y en el 2007 hay otro momento que marca su vida, el inicio del trabajo en África Subsahariana.

Nos costó mucho llegar porque yo tenía muchas inseguridades. En ese momento estábamos en Bosnia, Marruecos, Palestina, Colombia, Paraguay y habíamos trabajado en Honduras. América Latina es muy diferente a trabajar Bosnia o en Marruecos; hay contrapartes muy potentes y el tema del feminismo está muy arraigado. Hay mujeres muy fuertes, muy empoderadas. Pero claro, África…. Llegamos a Mali en 2007 y fue una experiencia extraordinaria. Vivían la resaca del desarmen del 96. La primera vez que fui tuvimos una asamblea con organizaciones de mujeres. Eran mujeres muy de base. Y, entonces, me dice una de ellas -que me enamoré locamente en ese momento de Mali y del Movimiento de Mujeres- “nos gustaría saber de qué manera podemos evitar que las armas que hay en nuestras casas nos agredan”. Porque claro, lo que pasa en todos los desarmes es que se entregan las armas pesadas, el armamento ligero no se entrega. Entonces en todas las casas había armas. Ellas me empezaron a hablar de la violencia estructural que sufrían, de la violencia que ellas estaban sufriendo, de las armas que estaban en las casas, a las que ellas no tenían acceso pero sí los hombres, de la caravana de mujeres de Colombia, de cómo ellas podían aprender de esas mujeres para hacer estas caravanas de mujeres y pedir la Paz… Y empezaron a hablar de construcción de paz, de paz. Y yo decía, ¿pero si aquí no hay guerra? Pues mira, la guerra tardó poco en llegar, ellas lo tenían muy claro. La guerra yo creo que fue uno de los impactos colaterales de lo que pasó en Libia porque, a fin de cuentas, la guardia pretoriana de Gadafi eran malienses del norte. Y se sufrió mucho en Mali. Pero esa lucidez de esas mujeres nos abrió un campo de trabajo alucinante. Y seguimos trabajando allí. Y continuamos trabajando durante el conflicto armado, estuvimos identificando los casos de violencia sexual cometidos en el marco del conflicto. Todas las tropelías que se cometieron porque ahí entró Aqmi, Boko Haram… Prohibieron que salieran las mujeres, les repartieron trapos negros para que se vistiesen, fue horrible lo que sufrieron. Y nosotras estuvimos trabajando con ellas hasta el final y eso ha redundado en la gran confianza que tienen en MZC.

Actualmente Mila está sobre todo centrada en la coordinación de los programas que MZC lleva con Marruecos y Mali, escribiendo un poemario y reflexionando mucho sobre presente y futuro, todo ello apoyando con la crianza de sus nietas.

Ahí estoy, en la lucha, ahora mismo por muy centrada en ver cómo vamos a restructurar todo a partir del covid, porque nada va a ser igual. El trabajo nuestro que es de proximidad. En España, por ejemplo, estamos trabajando con mujeres migrantes por un lado y con mujeres en situación de prostitución y víctimas de trata.

Estamos en un momento muy complicado, en el feminismo también. Me preocupan mucho esas luchas internas que está teniendo el movimiento feminista. Me preocupa sobremanera los enfrentamientos que está habiendo con la gente que está a favor de la regulación y de la abolición de la prostitución, incluso nos han intentado echar de algunos espacios feministas europeos porque somos abolicionistas. El movimiento feminista se está polarizando en cuanto a esas cuestiones.  Está habiendo ya temas de agresión importantes.

Esperemos que todo esto a nivel ideológico y político no nos pase factura porque yo estoy viendo cosas que no me gustan. Me preocupa mucho todo lo que tiene que ver con el control social que se está imponiendo y que nos lo estamos comiendo con papas, como si realmente eso fuera una cosa normal y no lo es. Creo que tenemos que pensar mucho y pensarlo desde una perspectiva de género, desde una perspectiva feminista. También es preocupante el que estamos llegando a un nivel de intelectualizar elementos que no son intelectuales, que son muy de tierra, que son muy de todos los días, que son muy de la lucha cotidiana.

Llevando toda la vida trabajando sobre desde y con una organización feminista, no se siente muy optimista en lo que respecta al trabajo con perspectiva de género en la cooperación internacional.

Soy muy optimista para casi todo, pero en este caso NO, porque veo cosas muy bárbaras. No me parece que se estén haciendo bien las cosas, empezando porque se sigue interpretando que transversalidad de género en un proyecto se logra con que haya un apartado que ponga “perspectiva de género”. Da igual que los indicadores no los hagas con perspectiva de género, que levantes líneas de base sin perspectiva de género, que hagas un diagnóstico sin perspectiva género… Mira, a mí me han llegado a llamar, poniéndome por delante el dinero, diciendo “este proyecto nos lo ha aprobado la Unión Europea pero tenemos que meter la perspectiva de género, ¿lo puedes hacer?”.  ¿Perdona? ¿Tú quién te has creído quién soy? ¿Está mercadería? Hay que tener en cuenta que la gente que evalúa los proyectos, la mayoría no tiene capacitación en género y no tienen una perspectiva feminista. Es que tú no puedes evaluar un proyecto en género si tú no tienes una perspectiva feminista, es que van de la mano. Tú no puedes disociar esos elementos porque no son disociables, por mucho que se empeñen no lo son. En la Cooperación Española sobra a testosterona, mucha.  En la cooperación en general, pero sobre todo la española. Seguimos estando más mujeres que hombres pero, sin embargo, las decisiones se toman dónde se toman.

Su mayor orgullo es ser madre y abuela, así como el equipo de trabajo de MZC. Esto es porque Mila considera los cuidados centrales a la vida, fuente de resiliencia.

Yo discuto mucho sobre el tema de la maternidad, porque creo que ser madre o ser padre tiene que ver con el amor y con la crianza, con lo que tú amas, la que está ahí a piñón. Y abuela lo mismo; para mí está siendo una experiencia. Entonces, pues sí me siento muy orgullosa de eso.

A mí la maternidad me dio mucha resistencia. Yo creo que es muy importante que, a pesar de todos los firmamentos se derrumben, tenemos que seguir luchando, construyendo. Esa cosa que se llama resiliencia, que las mujeres hablamos mucho de resiliencia, pues no es ni más ni menos que el símil del Ave Fénix y somos muy Ave Fénix. Nos caemos, no pasa nada, nos vamos a volver a levantar. Yo creo que la maternidad te da esta perspectiva, el saber que tienes que cuidar a alguien, el saber que hay alguien que está bajo tu paraguas. No sólo la maternidad, porque hay un montón de mujeres que no son madres y tienen ese mismo sentimiento, y hombres supongo que también. Ese sentimiento tiene que ver con el cuidado en sentido amplio; no es solamente en cuidarte tú o cuidar al otro, sino cuidar nuestro entorno, cuidar nuestro barrio, a no ser depredadores. Creo que eso es también una enseñanza importante del feminismo: lucha contra la depredación salvaje del capitalismo y del patriarcado. Frente a eso, las feministas tenemos un concepto de sociedad mucho más estable, mucho más sencillo, mucho más cercano. Si algo tenemos claro desde el feminismo es que aprendemos todos los días. Y yo si de algo huyo es de la ortodoxia en cualquier sentido; creo plenamente en la heterodoxia, soy heterodoxa en todo. Creo que somos una miscelánea de culturas, de sentimientos, de afectos, y toda esa mezcla se mete en la coctelera y todo eso somos nosotras. Cada una de nosotras. Si perdemos la capacidad de ser heterodoxos, de ser flexibles de pensamiento, lo perdemos casi todo.

Mila ve su futuro trabajando, luchando, escribiendo, haciendo galletas con sus nietas. Se ve como es ahora.

Alegre, rebelde, luminosa.

Mila resiste a lo políticamente correcto, declamando con belleza las duras realidades en las que trabaja desde que decidió que la palabra se quedaba corta.


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