El cortisol y las personas cooperantes
Leyendo a la psiquiatra Marian Rojas Estapé, he pensado mucho sobre como las condiciones de vida de las personas cooperantes y las particularidades de nuestro trabajo impactan nuestro bienestar físico y psicológico. Rojas pone en el centro de sus reflexiones cómo nos afecta el exceso de cortisol.
Llevo años incidiendo sobre la necesidad de mejorar la gestión de personas, con perspectiva de género, en la Cooperación Internacional para el Desarrollo y la Acción Humanitaria. Si bien en algunas organizaciones del sistema de cooperación internacional se aborda el cuidado de las personas, hay un amplio margen de mejora. La desfinanciación durante muchos años de la cooperación y la reducción de las partidas de recursos humanos, han hecho que la gestión de personas sea deficiente y la sobrecarga de trabajo la norma. No se encuentran generalizados los equipos de soporte o coaches que acompañen a las personas cooperantes, que prevendría situaciones de riesgo en las personas y mejoraría la eficiencia y bienestar laboral. Factores esenciales como los relacionados con la salud, los cuidados a terceros, la gestión emocional, los traumas vividos, la gestión de la seguridad … no son considerados por muchas organizaciones en la gestión de personas.
Comencé a interesarme por el efecto de cortisol y la adrenalina tras un burnout cuyo pico se produjo a finales de 2020, tras una respuesta humanitaria que se sucedía a una sobrecarga laboral de mucho tiempo y a incertidumbres causadas por deficiencias en la gestión de recursos humanos. El burnout me causó algunas secuelas que estoy trabajando todavía hoy. A nivel sicológico tuve que parar de trabajar unos meses pues mis pensamientos y necesidad de “hacer” se amontonaban. A nivel físico, he tenido que trabajar un trastorno del sueño fuerte, mi sistema hormonal comienza a estabilizarse ahora y convivo con unas manchas en la piel (en mi caso despigmentación) que me recuerdan lo vivido, al tiempo que me animan a seguir investigando sobre este tema.
Las personas cooperantes compartimos aspectos comunes con otro tipo de personas expatriadas, como la falta de estructura de soporte emocional y logística (familia, amistades…), la lejanía con nuestras familias o el esfuerzo que supone comprender y adaptarse a una cultura nueva. Pero hay algunas particularidades que nos diferencian:
- La vocación habitual de los y las cooperantes, movidos/as por la justicia y la solidaridad, nos hace comprometernos de manera especial con nuestros proyectos, con las personas y países de destino.
- Muchas personas cooperantes viven expatriadas la mayor parte de su vida, al contrario que en otras profesiones en las que se producen estancias en el extranjero, no vida nómada. Los cambios de contexto constantes nos hacen realizar un sobreesfuerzo intelectual y emocional.
- Muchas personas cooperantes suelen tener un sentido crítico muy fuerte, que repercute tanto en su análisis sobre las relaciones internacionales como en su propia situación de privilegio en los contextos de trabajo, con las emociones que esto despierta.
- Habitualmente vivimos en contextos frágiles y vulnerables, expuestas a diversos riesgos y peligros, por lo que el miedo y los traumas nos acompañan. También la culpa, debido a nuestra situación de privilegio respecto a algunas personas del país en que vivimos, que se ven más afectadas por los peligros del contexto.
- El trabajo en cooperación es muy exigente y en su centro están los permanentes problemas a resolver y multitemas que estudiar. El estrés y la multitarea (aun estando demostrada su ineficiencia) son la norma.
- La conciliación de la vida personal y familiar y gestión de la seguridad son complicadas en el sector (y muy marcada por las condiciones del contexto que nos acoge); esto no es siempre considerado en las políticas de recursos humanos.
- Hay mucha inestabilidad laboral, cuya gestión emocional se agrava por la vida en movilidad.
El cortisol es la hormona del estrés. Habitualmente se segrega en momentos de alerta y amenaza para activar mecanismos de lucha o huida. Se activa con vivencias, preocupaciones, pensamientos y recordar una situación vivida. Cuando el cortisol se eleva de forma crónica se comporta como un agente tóxico. El exceso de cortisol nos afecta profundamente al sistema inmunológico, endocrino, la regeneración celular, inflamación del cerebro (que puede desencadenar una depresión) y al sistema nervioso.
El exceso de trabajo, la multitarea, la incertidumbre y el miedo son factores que desencadenan el exceso de cortisol, siendo la constante en la vida de un o una cooperante. El estrés es permanente. Las consecuencias en nuestros cuerpos y vidas de la intoxicación por cortisol son obvias en el sector.
Hay muchas cosas que podemos hacer para prevenir y manejar el exceso de cortisol: meditación, deporte, ocio, correcta alimentación, reducir o eliminar el consumo del alcohol, entre otros. No obstante, es fundamental introducir las especificidades y riesgos asociados con nuestra profesión dentro de la organización del trabajo y la gestión del talento, pues están en la base de estas dolencias y son factores no siempre controlados por la persona cooperante. Son esenciales las políticas de recursos humanos y conciliación adaptadas a esta profesión.
Desde mi punto de vista, el coaching y la sicología tienen excelentes herramientas para que la cooperación no sea una trituradora de personas.