ZAIDA BILALE. Propietaria del albergue Vasque en Ouadane

 In Resistencias
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Zaida es de esas mujeres que desprenden fuerza y sentido práctico en cuanto se las conoce. Busca la facilidad en la complejidad, transformando su entorno y convirtiendo en realidad lo imposible.

Así va contándome su vida como si hubiese sido un paseo, cuando en realidad la ha recorrido saltando.Saltándose convenciones y obligaciones sociales que harían imposible que una mujer de la etnia hartani en Mauritania (antiguos esclavos/as)se convirtiese en una reconocida empresaria hostelera.

Nació en una familia convencional mauritana. Su padre, militar, se divorció de su madre y se fue y con él su contribución económica. Ella y sus dos hermanos más pequeños quedan al cuidado de la madre y la abuela.

Su madre trabajaba para otras casas, especialmente cocinando. Su abuela, Zaida, era comerciante y viajaba mucho intercambiando mercancías, “era un comercio antiguo, de intercambio de cosas. Lleva las ropas de Ouadane y lo cambia por leche y dátiles”. Ella será un apoyo y referencia durante toda su vida. “Mi abuela tenía su tienda y mi abuelo la suya, cada uno sus cosas. Ella era muy independiente, trabajaba viajando mientras mi abuelo se ocupaba del palmeral. Ella ha hecho incluso una casa propia, que no es la casa de mi abuelo”.

Motivada por su madre, es una de las pocas chicas jóvenes que sale de Ouadane, donde no había escuela, para estudiar en Atar y Zouerat. Tras la muerte de su madre decide casarse; es la mayor de la familia y considera que es lo mejor para no suponer una carga económica. “Consideraba que era lo que debía hacer”. Es ella quien decide con quién casarse pues “la elección de marido se hace sobre todo en las familias ricas, de tribus importantes que no quieren mezclarse con otras tribus; porque una tribu es guerrera y otra de herreros, por ejemplo, o uno es hartani y otro moro blanco. Para las comunidades moras negras no es así, pues en realidad son casi todos pobres”. Tenía 17 años y pronto tiene su primer hijo. Tras esto se desplaza con su marido a Nuadibú donde tiene su segundo hijo. Su relación de pareja no funciona y decide divorciarse.

En estos momentos se plantea qué hacer con su vida y toma la decisión de regresar a Ouadane con sus hijos. Allí sigue los pasos de su abuela e inicia su trabajo en el comercio artesanal buscando objetos antiguos que vende a los turistas que llegaban a la ciudad. Tras tres años trabajando en esto, decide montar un albergue con el dinero que tiene ahorrado y un microcrédito que le conceden. No tenía mucho dinero, pero decidió arriesgarse. “Todo el mundo pensaba que estaba loca por abrir un albergue, pues yo no conocía a nadie y no hablaba ni el francés”. Poco a poco fue aprendiendo francés con el contacto con los turistas y su empeño.

Las mujeres ancianas de la ciudad le ayudan en la puesta en marcha del albergue cosiéndole 3 Khaimas. La relación con las mujeres mayores es fundamental en su vida “porque son mujeres que tienen experiencia, que han vivido cosas que yo todavía no he vivido; ellas tienen una mejor visión sobre las cosas, pues ellas viven el día a día y eso está bien”.
Construyó una ducha y un baño a los que debe portar agua del pozo que hay en su terreno y una cocina que “era una barraca de hierro”. Cuando Zaida inicia el negocio había en la ciudad 4 albergues, todos ellos propiedad de hombres, que no aceptaron bien su iniciativa, “yo era competencia, y una competencia mujer. Zaida, una mujer don nadie y hace un albergue al lado de nosotros que tenemos dinero, qué es eso”. Tras registrar legalmente su albergue insisten para que se asocie con ellos, pero ella lo rechaza, “si es un trabajo de hombres, que lo hagan ellos; yo estoy fuera de todo eso y prefiero trabajar a mi manera”.

Sus primeros clientes fueron unos franceses que llegaron a su albergue para comer, “estaba muy contenta de que sólo quisieran comer, pues para dormir no había gran cosa”. Llamó a unas amigas con las que hicieron música y se esforzó en dar un buen servicio a los turistas con los medios de que disponía. Estos quedaron tan satisfechos que decidieron pagarle la construcción de una reserva de agua “lo que fue un gran evento“.
Su abuela le apoya en la crianza de sus hijos y ella trabaja con el más pequeño a la espalda, “como todas las mujeres africanas”. Los niños van integrándose en el trabajo de la madre, buscando piedras o haciendo tareas en el albergue.

El trabajo en el albergue es central para ella y el medio para mejorar su nivel de vida y de su familia. “Es un proyecto que no ha terminado desde que comencé hace quince años. Quiero demostrar a la gente que podemos vivir bien si pensamos y trabajamos para cambiar y ganarnos la vida. Espero conseguirlo y ser un ejemplo para todas las mujeres de la región”. De hecho, Zaida ya es un ejemplo, ya que otras mujeres han abierto albergues en Ouadane y Chinguetti. “Hablo con ellas, intercambiamos ideas, aunque no tenemos siempre la misma visión, ya que yo creo que no hay que pensar que se va a ganar dinero rápido”.

La colaboración entre mujeres es algo fundamental para Zaida. En su vida ha sido fundamental el apoyo que ha tenido de mujeres Mauritanas y extranjeras, que ella ofrece también a otras mujeres.“Si tú estás bien, debes también dar a los demás. Si las mujeres continúan trabajando para su independencia económica, será bueno para todas las mujeres mauritanas. Lo más importante es la independencia, y para eso hay que trabajar y sufrir”. En 2006 creó un proyecto para apoyar a las mujeres jefas de familia de su ciudad, como ella, para cultivar un terreno. “Quise crear esta iniciativa para las mujeres de hoy y de mañana, para todas las mujeres que quieren trabajar. Preparé el terreno y trabajé con ellas el primer año, pero el segundo año les dije que debían hacerlo ellas y el trabajo disminuyó. No están muy motivadas si no hay alguien detrás. Hay una falta de liderazgo, y yo ahora no puedo dedicarme a esto”.

Está convencida de que es la independencia económica de las mujeres lo que producirá un cambio en su sociedad, pensamiento que no es el habitual en su país. ”Las mujeres deben trabajar para obtener su libertad, su independencia. La libertad de las mujeres llegará cuando tengan cosas que gestionen ellas mismas”. Ella siente más libertad, aunque reconoce que eso es un obstáculo para la relación con los hombres, especialmente para tener una pareja.

Zaida prefiere no pensar en su futuro, “sino tu estarás inquieta todos los días y llegará la vejez; prefiero vivir el presente. Pienso en lo que haré el próximo año, pero no más lejos. No sé si estaré viva”. Está satisfecha con su vida, con su trabajo y sólo espera que el turismo vuelva algún día al país.

Zaida resiste a los prejuicios y a las barreras socio-culturales, abriendo caminos.


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