DISCULPEN LAS MOLESTIAS, NOS ESTÁN MATANDO
Os confieso que el 25N para mí es un día profundamente triste.
Me duelen estas cifras de las asesinadas. En Honduras más de 300 y el año no ha terminado. Algunas eran niñas. En Honduras el abuso sexual a mujeres y niñas está normalizado. Y cuando se sufre un embarazo fruto de la violencia, no hay salida. Ni para las niñas. Mi hija es hondureña, también española, y del mundo.
Mi hija cumple pronto 9 años. Me da náuseas pensar que muchos hombres ya la ven como un objeto al servicio del patriarcado. Hablamos de esto con otras amigas; creo que en cierta forma revivimos lo que nos ha pasado a nosotras. Está claro que la violenta “industria del sexo”, con la pornografía y el sistema prostitucional cada vez más fuertes, fomentan esta realidad. Aunque esto no debe justificar a nadie.
Reconozco sentirme muy decepcionada con el sexo masculino.
Tantos años, tanta información y tan poca implicación en igualdad. Las mujeres somos las que más leemos, escribimos y accionamos contra las violencias basadas en género, cuando en nuestra mano sólo está protegernos y apoyar a otras. Nosotras no tenemos el problema, lo sufrimos. El cambio real debe venir de los hombres. Algunos están actuando ya, pero siguen siendo la excepción. Deberían ser la norma los hombres que actúan para vivir en igualdad y sin violencia.
Muchas veces me dicen que hay que invertir en formación a los hombres. Pero es que ya se ha hecho y hace y, ¿no pueden ellos organizarse? Los que lo hacen son los menos.
¿Tenemos que ser madres de la humanidad y responsables del cambio de comportamiento global? ¿Somos responsables del cambio de nuestros compañeros, amigos, organizaciones?
Detrás del sangrante número de femicidios hay mujeres muertas y hombres homicidas. Algunos de ellos jamás asesinarían a otra persona que no fuese una mujer. Por no hablar de los que asesinan o dañan a sus propios hijos e hijas para agredir a una mujer. Esta realidad es muy dura. Y a veces me pregunto: ¿por qué no les afecta como a mí a los hombres de mi entorno? ¿Por qué no les indigna tan fuerte que deciden hacer algo? Aunque no sea por mí, por todas, sino por sus hijas, amigas, parejas… Últimamente pienso mucho en eso. Pienso en la empatía, en su carencia.
Ilusamente, yo pensé que con el paso de los años sentiría menos violencia de género.
Hasta me siento idiota al reconocerlo. Formarme, aplicarme en el trabajo, incluso esforzarme en convencer de los beneficios de la igualdad, ha dado pocos frutos. Yo sí he cambiado, he trabajado para sacarme el patriarcado de dentro. He hecho los deberes; los sigo haciendo.
Aplico a puestos de decisión, contribuyo a la formación interna en los equipos, protejo a otras mujeres y niñas y las apoyo, me he implicado en sensibilizar equipos y compañeros, incido sobre igualdad en mi trabajo, desde mi militancia sindical y feminista, trabajo por no reproducir roles patriarcales en la familia y trabajo, cruzo igualdad con otros factores reconociendo mis privilegios de mujer blanca… Pero sigo siendo “una mujer”, la otredad, lo-otro.
Cada día, al menos 1 vez, hay un hombre que me recuerda que tengo menos derechos y autoridad por ser una mujer. Cada día, al menos 1 vez, muchos son más de 1 vez. En el trabajo, con amigos, en la calle. Algunos días me enorgullezco de reconocerlo con una facilidad ya naturalizada, gracias al feminismo. Otros días no.
En los últimos años me duele mucho una realidad: algunos hombres que se apropian del discurso pero que no se cuestionan, no hacen el trabajo de deconstrucción por el que pasamos todas las feministas. No leen. No renuncian al privilegio, se maquillan de igualdad. Sus agresiones me duelen mucho más. En el ámbito laboral son muy frecuentes. En el activismo también. A veces no sé ni qué hacer cuando ocurre. A veces me siento cómplice.
Muchos días me levanto repasando las violencias de género que me han dejado más marcas. Las de adulta me duelen más, sobre todo las que tienen que ver con el trabajo. Y esto es porque viví con esa lógica del feminismo de la igualdad de que estar en lo público y la independencia económica nos haría iguales.
Hoy, 25N, he leído un artículo de Fallarás[1] que me ha devastado. A veces sentirte acompañada no es ya consuelo.
Disculpen las molestias, nos están matando.
[1]https://blogs.publico.es/cristina-fallaras/2021/11/25/gocemos-companeras-gocemos/?utm_source=whatsapp&utm_medium=social&utm_campaign=web